En una semana se estará hablando mucho sobre los resultados de las elecciones generales en España. Habrán sido las cuartas en apenas cuatro años, gracias a que un madrileño de 47 años, llamado Pedro Sánchez, mantiene rehén al proceso democrático español, con su tozudez e intransigencia a la hora de formar mayorías. Es la versión española de Juan Manuel Santos: ocupa el trono en La Moncloa, mientras su país se polariza, se divide, y corre el riesgo de una fragmentación territorial.
La evolución de las encuestas desde las últimas elecciones, apenas hace seis meses, muestra que el PSOE de Felipe González y Zapatero volverá a “ganar”, pero con muchísimo menor margen, lo cual dificultará aún más la formación de un gobierno. Mientras tanto, a la otra orilla, los Populares vuelven a ganar terreno, a costa de socavar al centro de Ciudadanos, que cuenta con líderes de talla como Albert Rivera e Inés Arrimadas. Hay que tener en cuenta a esta andaluza, que seguramente llegará a ser Presidente de gobierno en las próximas dos décadas.
Pero volvamos a Sánchez y a las elecciones. Este hombre ni raja ni presta el hacha. Tiene al Petro español, un tal Pablo Iglesias, ofreciéndole apoyo incondicional, a cambio de unos cuantos ministerios. El problema es que no se pusieron de acuerdo antes, y ahora las mencionadas encuestas pronostican que ambos perderán escaños en el Congreso de los Diputados, el que finalmente elige al jefe del gobierno, y no contarán con mayoría para gobernar.
Así, Sánchez posiblemente caiga por los cantos de sirena de los golpistas de la Cataluña Humana, para tratar de lograr su mayoría a cualquier precio. Lo que buscan los separatistas, comandados por unos políticos presos, por otros planeando el próximo grito de independencia y que “okupan” la Generalitat en Barcelona, y por un prófugo en Bruselas, es evitar que les apliquen el artículo 155 de la Constitución, que establece la intervención del gobierno central sobre el de la autonomía. Ya ocurrió con el fallido golpe de estado de Puigdemont, y puede repetirse si el oscuro Quim Torra sigue amenazando la institucionalidad.
Cree Sánchez que exhumando al dictador Franco del Valle de los Caídos ha logrado unir a los españoles. Pero este, su único acto de gobierno, no pasó de ser un show mediático que no produjo una mayor intención de voto para el denominado Ken español.
En estos eternos novelones trasciende la vida de la Madre Patria, la cual ha perdido valiosos años en la solución de sus verdaderos problemas sociales y económicos: una juventud sin empleo, un mercado inmobiliario apenas recuperándose, pero cerca a volver a caer, la pérdida de una tajada grande del mercado turístico británico por cuenta del Brexit de Johnson y de la quiebra de Thomas Cook, el auge de los extremos, encarnados en VOX y Podemos.
Estos últimos, liderados por un vasco que se cree vikingo y por un mamerto de Galapagar, la zona de los más ricos de Madrid, respectivamente, esperan con ansiedad llegar al poder, para echar a los inmigrantes al mar o para acabar con la potencialmente pujante economía española. Como quien dice, que entre el diablo y escoja.
Sergio Calderón Acevedo
Economista