Se confirmó lo que todos ya sabíamos: la economía colombiana está en pésimo estado. Levantarla será una tarea difícil y prolongada, porque la remoción de escombros no se puede realizar sin pocos ni dolorosos esfuerzos. Sin rubor, el gobierno admite que la construcción, la industria y la minería están en rojo, y muestran como logro un crecimiento de 4,9 por ciento del sector agropecuario, donde vive ahora menos de 20 por ciento de la población.
Voceros del gobierno y del Emisor anuncian que el crecimiento del PIB en el 2018 rondará 3 por ciento. Alegrarse por un desempeño tan mediocre debe tener muchas cejas levantadas en la banca internacional y entre potenciales inversionistas. Pero, aunque quieran pensar con el deseo, son más los argumentos que apuntan a que el 2018 puede ser todavía peor que el año anterior. El sector productivo está gravemente lesionado y deberá entrar al quirófano en 170 días. Al terminar la ceremonia de posesión de la nueva o el nuevo presidente, tendrá que ponerse en marcha un plan de choque para fijar un nuevo rumbo. Hay nubarrones en varios sectores.
Ya la construcción arrancó mal. Reveló el Dane que el área aprobada de licencias de construcción cayó 6,3 por ciento en el 2017. Lo grave de esta noticia es que las licencias predicen el ritmo que tendrá la construcción en el futuro, pues ellas manifiestan la intención de construir varios meses antes de que las obras efectivamente empiecen a andar. Como este es un sector intensivo en mano de obra y en materiales, normalmente producidos en el país, el empleo y la industria tendrán otro foco de contracción de demanda.
El sector extractivo no lo tendrá mejor. Hay júbilo por la tendencia del precio del petróleo, y ello debe alegrar a Ecopetrol, al Ministerio de Hacienda y a los muy limitados empleos que genera esta industria. Pero de nada sirve que el precio del crudo se incremente si no hay forma de venderlo. El ritmo de voladuras de los oleoductos es ahora el mayor de la historia del país y ha obligado al cierre de varios. Así, nuevamente, el terrorismo es un factor de destrucción de riqueza y producción. La voladura de un importante puente en la vía que de los centros de producción conduce a los puertos en el Caribe será una disculpa, para explicar en una rueda de prensa en mayo, por qué el crecimiento del primer trimestre fue negativo.
Por último, es posible que la inercia que ha traído el sistema financiero se ralentice aún más por el incesante incremento de la cartera de dudoso recaudo, y que las enormes provisiones que ello implica deterioren la rentabilidad del sector, sus inversiones y la disposición de los banqueros a irrigar más crédito en la economía.
Sin embargo, no todo es negativo, como se puede leer en días recientes: han aumentado las remesas a niveles históricos y se detecta en los puntos de entrada al país el ingreso de millones de dólares, producto del único negocio próspero en esta coyuntura: la ‘mandarina’. Los ‘exportadores’ mandan ‘harina’ y traen los dólares.
En fin, no es problema: ahora es delito ‘conexo’ y se sigue pensando en eximir a las operaciones de comercio pasar por el mercado cambiario formal.
Sergio Calderón Acevedo
Economista
sercalder@gmail.com