Una década de tratados de libre comercio, con Canadá (2010), y unos pocos años menos con Estados Unidos (2012) y la Unión Europea (2013), dejan lecciones. La más importante: los ganadores han sido nuestras contrapartes. Nadie recuerda los nombres de nuestros negociadores, que jugaron como equipo de descenso, ni de nuestros ministros de Comercio, cartera vacante desde el 7 de agosto de 2010. Las cifras son contundentes. Entre 1995 y 2012, antes de entrar en vigencia el TLC con la UE, Colombia tenía un superávit de US$2.999 millones. El excedente se sostuvo por dos años, pero desde 2016, acumulamos un déficit de US$10.998, hasta pasado septiembre. Este año será una diferencia negativa de casi US$2.000 millones, con Alemania, Francia y España a la cabeza.
Con EE. UU. ha sido peor. Entre 1995 y 2011 el superávit fue de US$39.466 millones. Nos salvaron los precios del petróleo, que permitieron tener un superávit de US$11.024 millones entre 2012 y 2013. Pero desde 2014 acumulamos un faltante de US$13.424 millones, a septiembre. Con Canadá y la Alianza del Pacífico, la que armó en 2011 nuestro Trump, a la ligera, con Perú, Chile y México, mantenemos déficits seculares. Como la foto del gordo antes y después: el ejercicio no le sirvió para nada. Las cifras son las mismas: déficit promedio y perpetuo de US$250 millones anuales con Canadá, y de US$2.000 millones anuales con México.
Parecería como si hubiéramos firmado copias del Armisticio de Compiègne, que puso fin a la Primera Guerra Mundial. Solo faltó firmarlas en un vagón de tren, a las afueras de París, y que fuéramos nosotros los alemanes de ahora.
Hoy Colombia sigue exportando petróleo, oro, café, flores, banano, azúcar, carbón y otras tres minucias de bajo valor agregado. Y sigue importando maquinaria, electrodomésticos, computadores, productos farmacéuticos, acero, abonos, aviones, caucho (sí, el que podríamos producir donde lo producíamos hace cien años), alimentos para animales, calzado (sí, el del barrio Restrepo y Bucaramanga). Pero sin aranceles, por lo cual el presupuesto de la Nación también perdió, y la industria nacional más. Lecheros, paperos y muchos agricultores e industriales pueden dar fe de esto.
Hace dos semanas China suscribió el RCEP, el mayor acuerdo comercial de la historia, con buena parte de los países del Pacífico asiático y oceánico. Y lo menciono para que nos abstengamos de ingresar a él. Nadie se ha dado cuenta de que con China tendremos en 2020 un déficit cercano a US$8.000 millones, y eso sin TLC. ¿Se imaginan que lo tuviéramos?
Llama la atención que los mayores déficits se produzcan donde hay más presencia de Procolombia, nuestra agencia de promoción, que fue crucial en la apertura de mercados de exportación después de su creación, en 1992. Haría bien Procolombia, después del manejo clientelista que le dieron las impolutas ministras y directoras de Santos, en enderezar el rumbo y hallar oportunidades para voltear los partidos. Porque lo que predomina en el comercio son los tratados de libre importación.
Sergio Calderón A.
Economista