El de la venta de Ecopetrol será uno de los temas más importantes y debatidos de los próximos meses. Es la joya de la corona y la empresa más grande de Colombia. En la industria petrolera ocupa un modesto lugar, lejos de gigantes como Aramco, Rosneft, las petroleras oficiales de Abu Dhabi, Irán, China, Kuwait, México, Venezuela o Brasil.
También es pequeña comparada con Exxon-Mobil, Total, BP, Shell o Gazprom. Pero para nuestras escalas es enorme y, además, es la alimentadora del insaciable apetito del andamiaje burocrático montado por Juan Manuel Santos en sus ocho años.
En otra coyuntura hubiera sido imposible hablar de su enajenación, porque la vaca lechera no debe ser vendida si uno permanece en las etapas primitivas de la economía actual. Tampoco si uno no tiene más ambición que ordeñarla para inyectar al presupuesto nacional uno recursos que luego son envasados en potes de mermelada.
¿Es bueno vender a Ecopetrol? ¿Es necesario, si queremos evitar la inminente debacle de las finanzas públicas? ¿Debe el Estado estar en un sector que en otros países como México, Venezuela, Nigeria, Rusia y Venezuela han alimentado no solo la corrupción, sino los bolsillos de los presidentes de turno? ¿Puede Ecopetrol convertirse en nuestro PDVSA, el alimentador del silencio de las FF. AA., si llegase al poder un populista de izquierda, como casi nos ocurre hace unas pocas semanas, para consolidar el fin de la democracia? Son mil preguntas que no tienen respuesta única.
Lo que sí se sabe es que Ecopetrol es una empresa que tiene un altísimo valor económico, y que está llamada al marchitamiento ante las decrecientes reservas de petróleo, el declive en la producción por la baja actividad de exploración, el auge permanente de las energías regenerativas y la enorme incertidumbre que causa una guerra comercial que durará seguramente mucho tiempo. Mejor venderla pronto, antes de que valga menos.
Hay expertos que dicen que la empresa vale 130 billones de pesos. En su cálculo simplista, seguramente, solo incluyen la capitalización bursátil, es decir, multiplican la cotización de la acción por el número de derechos en circulación. No. Vale muchísimo más.
Si nos ceñimos a la regla de puño de que una productora de petróleo debe valer 10,53 veces su Ebitda (eso por lo menos dice Damodaran), y si este fue 23,1 billones de pesos en el 2017, entonces la factura sería 243 billones de pesos. Creo que ese sería un valor justo, pero haciendo una salvedad: si no se incluye en la venta las acciones de Reficar, de las cuales la petrolera posee 100 por ciento, y la Nación 88,5 por ciento, porque esa es su participación en Ecopetrol. Reficar aún aporta menos de 500 millardos de pesos al Ebidta, e incluirla en el paquete sería dejar mucho dinero sobre la mesa.
Es mejor vender a Ecopetrol, quedarse con Reficar, refinar allí el crudo de la vendida para sacarle recursos, y venderla solo cuando esté en plena producción dentro de unos años.
No sé en realidad cuánto vale Ecopetrol, ni lo saben los accionistas, pero lo mejor es que se aseguren de que quien haga la valoración cumpla con lo establecido en la Ley 1673 de 2013. Me aterra que muy pocos conocen su existencia.
Sergio Calderón Acevedo
Perito financiero y docente
sercalder@gmail.com