Ha dicho el señor Canciller que se contempla un escenario probable de cuatro millones de refugiados venezolanos en los próximos años, ya que Nicolás Maduro y la pandilla que mantiene secuestrada a la democracia de ese país no muestran señales de quererse ir. Dice el ministro Trujillo que el costo de atender a esa enorme masa de huéspedes puede ascender a la increíble e impagable cifra de 26 billones de pesos. Parece que ya hay un borrador de un documento Conpes que evalúa los montos y establece que el presupuesto general de la Nación tendrá que sufrir un ajuste permanente de 10 por ciento.
Mala noticia para el nuevo gobierno que, además, encontró un hueco fiscal gigante, de las mismas proporciones, por el imprudente manejo dado a las finanzas públicas por el dúo Santos - Cárdenas. Pretendían el presidente Duque y el ministro Carrasquilla implementar un programa de reducción de gastos para abrir espacio al sector privado y resucitar el crecimiento, pero esos planes posiblemente deban ser aplazados ante esta realidad.
La gran paradoja es que será Colombia, y seremos los colombianos, los que tendremos que pagar el fracaso de la mentada revolución chavista y asumir la factura del saqueo de Maduro, Cabello, El Aissami, el resto de la cúpula chavista y, como es evidente y obvio, los altos mandos de la cómplice Guardia Nacional Bolivariana.
¿O no? ¿Hay otra alternativa? Mientras que miles de venezolanos buscan ahora la comida diaria entre la basura, o cientos mueren diariamente por desnutrición o enfermedades para las cuales no hay disponibilidad de medicinas, un puñado de sus compatriotas, denominados ‘boliburgueses’, vive en lujo y ostentación, gracias al régimen cleptocrático que han instaurado en dos décadas.
Han desangrado a la estatal PDVSA, han expropiado tierras que han escriturado a sí mismos, han hecho negocios tan turbios, que los de los políticos colombianos parecen a su lado juegos de niños. Y han oficializado el nepotismo, el cual inauguró sin rubor el fallecido ‘Comandante’ y hoy mantiene en plena práctica la recién sancionada Cilia Flores, la esposa del dictador. Sin rubor, también han enriquecido a sus familias. Se dice que María Gabriela Chávez es la mujer más rica de Venezuela. No hay constancia de que se haya labrado un solo céntimo de esa fortuna.
Y han repartido el botín entre testaferros que los encubren en todo el mundo, como el exescolta Rafael Sarria, quien esconde buena parte de los robos de Cabello, entre ellos un avión de más de 20 millones de dólares, decomisado esta semana por EE. UU.
No hay cifras exactas de lo que han robado los gobernantes venezolanos, pero algunos expertos estiman que la cifra puede superar 300 millardos de dólares, es decir 30 veces lo que necesitaremos para apoyar a los refugiados producidos por el saqueo.
Algunas de estas fortunas ya están cayendo y siendo confiscadas por gobiernos extranjeros. Y en la medida en que se produce la extinción de dominio de los millones mal habidos, la diplomacia colombiana debería estar gestionando que estos sean asignados a la manutención de los refugiados, que deberían ser los verdaderos beneficiarios de las incautaciones, porque si Venezuela no estuviera en manos del crimen organizado, seguramente ellos no habrían tenido que cruzar la frontera.