Con tendencias recesivas en la economía y necesitando generar mayor demanda agregada para el país, conseguir créditos más baratos sería muy bueno.
Con ese espíritu, el Congreso tramitó la Ley 1231 del 2008 que a través del mecanismo de factoring reduce de manera importante y responsable los costos de crédito para las pymes.
Siempre entendiendo que el costo de un crédito es proporcional a su riesgo, la ley buscó disminuir el riesgo crediticio al establecer mayor certeza jurídica y bajar el riesgo de no-pago. Donde se ha aplicado, ha disminuido el costo de los créditos para las pymes.
Esta estructura está en el corazón del sistema financiero de Brasil y Chile, donde ha resultado explosivamente exitosa. El valor de los créditos de factoring alcanza 12 por ciento del PIB en Chile, en otras palabras crédito abundante y barato.
¿Cómo funciona? Imaginemos un proveedor de toallas del Éxito. Cuando este proveedor busca financiación para su capital de trabajo o expansión, los bancos examinan los riesgos crediticios del proveedor y acorde con eso determinan la tasa de interés y los términos del crédito. Pero con esta ley, las facturas que le entrega el Éxito al proveedor se vuelven un título valor negociable.
Con esta innovación, cuando el proveedor busca un crédito en el banco tiene la opción de entregar las facturas del Éxito como colateral. Ahora, el banco al prestar, no corre el riesgo de repago del pequeño proveedor, sino el riesgo del Éxito, una empresa más grande con mejor calificación y que es mejor paga. El resultado es más seguridad para entidad financiera; pero más importante aún, al proveedor le prestan más barato.
Algunas grandes superficies y otras empresas se opusieron a nuestra ley, argumentando inconveniencias administrativas: tener que pagar a tiempo, la aceptación tácita de la factura, realizar pagos a terceros, perder la elegancia de la figura legal de título valor, entre otras.
También perdían un negocio muy importante, ya que muchas de ellas están integradas verticalmente con empresas de financiamiento que tienen a sus mismos proveedores como clientes cautivos. Pero ninguna de estas inconveniencias justifica obligar a que el pequeño y mediano empresario en Colombia pague créditos caros.
Desafortunadamente, hecha la ley, hecha la trampa. Muchas de las grandes compañías de Colombia optaron por la trampa y violentar el principio de la norma. Las empresas decidieron no entregar las facturas originales (que son el título valor), sino copias.
Estos duplicados no son títulos negociables, por lo que no pueden ser utilizados para factoring lamentable, ya que se esperaba que gracias a la estabilidad jurídica que otorga la ley en sólo cuatro años se cuadruplicara de 1,5 al 6,0 por ciento del Producto Interno Bruto.
La buena noticia es que esto está en buenas manos. Un decreto proyectado por el Ministerio de Comercio puede crear la obligatoriedad de entregar factura original y de tal manera crédito más barato a miles de pymes. Esperamos que el ministro Luis Guillermo Plata no se demore mucho con la firma.
Cumplir la Ley de 'Factoring'
Con tendencias recesivas en la economía y necesitando generar mayor demanda agregada para el país, c
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Simón Gaviria
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