Internacional

16 ago 2019 - 8:00 p. m.

EE. UU. está reprobando con Hong Kong

La indiferencia hacia las protestas pro democracia pone de manifiesto la degeneración de la política exterior estadounidense.

Los ciudadanos de Hong Kong cumplen ya semanas de protestas multitudinarias en contra del Gobierno de Xi Jinping, de China.

Los ciudadanos de Hong Kong cumplen ya semanas de protestas multitudinarias en contra del Gobierno de Xi Jinping, de China.

AFP

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16 ago 2019 - 8:00 p. m.

Sería agradable pensar que la indiferencia estadounidense hacia Hong Kong es algo que sólo practica su Presidente. No hay duda de que Donald Trump está fallando de una forma contundente. Al insistir en que las protestas de Hong Kong son “disturbios” y que China “va a tener que detener eso”, él le dio a Pekín motivos para pensar que Washington no se opondría a una reacción de línea dura.

Lea: (La idea de Trump de comprar Groenlandia sería beneficiosa para EE. UU.)

Para garantizar que no haya malentendidos, Wilbur Ross, secretario de comercio de Trump, aseguró el miércoles que el tema de Hong Kong era un asunto interno de China. “¿Qué vamos a hacer, invadir Hong Kong?”, preguntó.

En pocas palabras, Ross reflejó la degeneración de la política exterior estadounidense: ha quedado reducida a una elección entre la inacción o la guerra. El Presidente ha eliminado el espacio para la diplomacia. El solipsismo de Trump también ha reforzado la tendencia estadounidense a ver todo como una extensión de sí mismo.

En cierto sentido, Estados Unidos tiene el presidente que merece. Al igual que Trump piensa que todo gira a su alrededor, EE. UU. filtra los acontecimientos mundiales a través de su propio punto de vista. Es cierto que todos los países están obsesionados consigo mismos. Pero estamos en una nueva era en la que EE. UU. no puede darse el lujo de permitir que el narcisismo lo consuma.

La situación en Hong Kong ofrece tres lecciones clave que EE. UU. corre el riesgo de desaprovechar.

La primera es que las personas siempre tienen la capacidad de sorprender. Nadie anticipó las protestas de Hong Kong. Es un movimiento autóctono. Cuando yo era reportero del South China Morning Post a principios de la década de 1990, a menudo escuchaba quejas sobre cuán apolíticos eran los hongkoneses. Todo lo que les importaba era el materialismo, decía el refrán.

Los hongkoneses de hoy están arriesgando muchísimo por su autonomía. Nadie les pidió que lo hicieran. Ni la CIA ni el arco de la historia están detrás de sus protestas. Pueden fracasar o tener éxito según cómo reaccione China. Lo menos que podían esperar es el apoyo moral de EE. UU.

Lo mismo se aplica al destino de los uigures de Xinjiang, de los cuales aproximadamente 2 millones están en campos de detención. Nuevamente, Trump dejó en claro que no le interesa en lo absoluto el tema. Y como él no tiene la culpa del encarcelamiento de los uigures, a la izquierda estadounidense le importa menos de lo que debería.

En segundo lugar, el poder de Xi es más frágil de lo que muchos suponen. Trump envidia su estatus de “presidente de por vida”. Pero Xi está en un dilema. Si ignora las protestas, éstas podrían lograr algunos de sus propósitos.

Esto desinflaría el respeto ante el poder de Xi. Otras regiones de China podrían seguir el ejemplo de Hong Kong. Taiwán podría buscar la independencia en sus elecciones presidenciales en enero del próximo año. Sin embargo, si el líder interviene, podría llevar a China a la recesión al paralizar las inversiones. Eso, a su vez, podría provocar descontento a nivel doméstico. Vale la pena subrayar que los hongkoneses han aminorado los temores sobre el estado de vigilancia cibernética de Xi; resulta que, si uno se pone una máscara, el software de reconocimiento facial no funciona.

En tercer lugar, en un mundo donde la guerra es impensable, la diplomacia es aún más importante. Ross tiene razón al decir que EE. UU. no puede invadir Hong Kong. Olvida que Estados Unidos tampoco invadió la Unión Soviética.

Y aun así el país ganó la Guerra Fría. La diferencia entre la actualidad y aquellos años es que estamos enfocados en la salud política de EE. UU. La gente se pregunta si la democracia liberal estadounidense sobreviviría a la reelección de Trump. Otros lamentan la retirada estadounidense de la diplomacia activa. La buena noticia es que la gente sigue valorando la libertad incluso en ausencia de ellos.

EE. UU. podría incluso inspirarse en los acontecimientos en el extranjero. Si los estadounidenses prestaran más atención, podrían aprender varias cosas de la gente de Hong Kong.

Edward Luce - Finantial Times

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