Las últimas semanas han visto un cambio sustancial en el desarrollo del conflicto en Ucrania. Las fuerzas militares del país invadido, han recuperado en el noreste un territorio en 5 días, para el cual Rusia necesitó 5 meses en ocupar. Cada vez está más claro que la inferioridad militar de Ucrania esta siendo sobre compensada con una fuerzas mucho más motivadas, con soporte logístico y con unas armas sofisticadas entregadas por los países de la Otan.
Al interior de la Federación Rusa, la posición de Putin se ha debilitado desde dos polos opuestos. Los enemigos de la guerra, sobretodo en pequeños municipios que se han visto afectados por las sanciones y por un deterioro económico, no ven sentido en esta guerra. Y los halcones sienten que es necesario pasar a una nueva etapa, aumentando el pie de fuerza, y atacando la vital infraestructura energética de Ucrania hecho que ha ocurrido en los últimos dos días, dejando a la ciudad de Járkov (la segunda más importante del país) sin luz durante varias horas.
Fracciones nacionalistas extremas han venido hablando, sin duda con la anuencia de Putin, de la posibilidad de usar armas nucleares ‘tácticas’ y armas biológicas, Esta posibilidad, descartada al inicio del confito por los analistas militares de Estado Unidos, ahora ha revivido. Lo anterior, ante la posibilidad de un inminente pérdida del conflicto por Rusia. Después de siete meses las pérdidas humanas del ejército ruso llegan a cerca de 10.000 según estimativos de los Estados Unidos.
Esto contrasta con el anuncio de Putin al inicio de la invasión, señalando que se trataría de una operación militar limitada, que recuperaría los territorios considerados de área de influencia rusa, y la derrota al régimen del presidente Zelensky en pocos días.
Y personas cercanas a Putin como su aliado y anterior presidente Medvedev, hablan de que la estrategia de Ucrania de “profundizar” el conflicto es un llamado a la tercera guerra mundial, al solicitar la mayor entrega de armas y la petición del país invadido de que Occidente garantice la seguridad una vez culmine el conflicto.
Ante ese escenario, la pregunta es que hará el agresor y dictador de Rusia.
Putin se encuentra debilitado y cuestionado al interior de su país, aislado en el exterior, y habiendo perdido su ‘aura’ de un gran estratega geopolítico. Su única esperanza es la profundización de las relaciones con China cuyo presidente Xi Jinping se encontrará con él en una cumbre en Uzbekistán. Queda la duda si China lo respaldará a ciegas, o hará un llamado a dar pronto fin a un conflicto que también está afectando su economía.
El peligro inminente de un arrinconado Putin es difícil de medir. Lo peor que pudiera ocurrir es precisamente que sienta que ahora se trata de defender su permanencia en el poder extendiendo la guerra en tiempo y en ferocidad. Es el momento de que Occidente cierre aún más las filas para evitar este desenlace.
RAFAEL HERZ
Analista Internacional