La inflación es una realidad que viene sintiéndose con fuerza en las diversas latitudes como consecuencia de las disrupciones globales en los canales de logística, el encarecimiento de las materias primas, la reapertura de la actividad y especialmente para las economías emergentes, la devaluación de sus monedas. En Colombia, la inflación ha ganado relevancia cuando empezó a superar el 4% desde el mes de agosto. Los ajustes bajistas observados en 2020 se revierten de forma considerable, abriendo la discusión en cuanto a la temporalidad de los choques y la velocidad de retorno al rango meta.
Para tener más clara la evolución del IPC en el 2021, tomemos como referencia la inflación corrido de año, que ya totaliza el 4,33%, la variación más elevada para este periodo en cinco años. Este avance ha sido presionado por los alimentos, que al ubicarse en el 1,9%, representan el 44% de la inflación total, sintiendo los efectos colaterales del paro y el avance de los precios de las materias primas. De seguido, la división de vivienda ha subido un 0,9%, equivalente a un 21% del IPC total. Y, en tercer lugar, el componente de restaurantes y hoteles empieza a reflejar las presiones de los alimentos y a reaccionar a la normalización del turismo, reportando un aumento del 0,6%, que representa un 14% de la inflación total.
Así, casi el 80% de la inflación se ha centrado en tres divisiones de gasto, mostrando una concentración significativa. Por su parte, bienes como muebles, educación, vestuario y salud han reaccionado de forma moderada, manteniendo la inflación que excluye alimentos y energéticos aún controlada con el 2,5% (aunque acelerándose frente al 1,7% de junio). En adelante, el programa de gratuidad en la educación pública y la introducción de los tres días sin IVA, ayudarían mitigar la aceleración de la inflación básica, que muy seguramente superaría el 3% a finales de 2021.
Sin embargo, la mayoría de bienes y servicios aún podrían acelerarse dada la recuperación del mercado laboral, el fortalecimiento del consumo de los hogares, y una devaluación del 10% en lo corrido del año, adicionalmente, la línea de combustibles es susceptible a futuros incrementos en medio de elevados precios internacionales.
En suma, las posibilidades de una normalización en la inflación en el corto plazo son acotadas, más cuando las disrupciones de oferta externa prevalecen y localmente la economía gana tracción. De ser así, el ascenso en la inflación puede extenderse y superar el 5% anual a cierre de 2021. Para 2022, la reducción del estímulo fiscal y monetario contribuirá a la moderación de la inflación, sin embargo, el indicador podría tardar cerca de un año en retornar dentro del rango meta. Así, la desviación del indicador del 4%, continuaría ejerciendo presión alcista en la tasa de intervención, en un escenario donde los diferentes sondeos de expectativas han reaccionado al alza.
CAROLINA MONZÓN
Gerente de Investigaciones Económicas para Itaú Colombia