Siete mil miembros de la guerrilla de las Farc concentrándose y sin vuelta atrás para la entrega de las armas. ¿No qué no? Se reintegran a la sociedad, a sus familias, a la legalidad. ¿Cómo será su futuro? Ojalá la violencia de otros no se ensañe con ellos.
Ahora algunos hacen política con la tragedia de los migrantes de Venezuela que llegan a Colombia. La deuda histórica de Colombia con ese gran país que recibió en los últimos cuarenta años millones de colombianos y les otorgó paz económica y social, no puede hoy, simplemente, desconocerse. No solo deberían abrírseles las puertas en nuestro país, sino crear sistemas para hacer más fácil la obtención del estatus legal, empleo y permitir el acceso a los mecanismos establecidos por el Estado para fortalecer su inserción ordenada y la contribución al desarrollo nacional. El 99,9 por ciento son de los buenos, y la falta que hace tener más de ellos en nuestro entorno.
Parece increíble que sea ahora utilizada su llegada a una tierra hermana para que algunos sientan que es la oportunidad para exacerbar sentimientos xenofóbicos, pedir la creación de muros, para parecerse al bárbaro del Norte, para negar el refugio a los que lo necesitan. Esos, no pasan de ser nada más que agresores y violentos. ¿Serán capaces de convertir las dificultades de los migrantes en temas de campañas a la presidencia y de generación de nuevos odios? No lo duden: rechacémoslos.
Y lo mismo debería hacer el conjunto de la sociedad con la relación entre la corrupción y la política. Todo aquel que considere que ese justo ejercicio de participación en democracia le asegurará el enriquecimiento a costa de la ciudadanía, hay que vetarlo. Las campañas deben ser financiadas por el Estado, por nadie más y a los ladrones revoquémoslos. Cuello blanco y almas negras: no más.
Y, a pesar de que el mundo se levanta contra el actual gobierno norteamericano, por convertirse en violador de los derechos fundamentales, de las creencias religiosas o políticas, del refugio, de la salud, de la mundialización con rostro humano; en Latinoamérica de lo único que hablamos es de cómo nos afectará económica y comercialmente, aunque hasta ahora solo seamos perdedores.
Ni una manifestación, ni una pancarta. Decidí que el primero de marzo, a las 10 a. m., en punto, me convocaré a mí mismo, para marchar del Planetario a la Plaza de Bolívar, reivindicarme y sentirme solidario con los que en otras partes del mundo sí levantan sus voces de protesta. ¿Será que por lo menos mi familia me acompaña?
“Y, las miro lejanas mis palabras”. De joven, eso sí, jamás con violencia, me manifestaba contra la injusticia. Los mendaces no me soportaban ni los soportaba. Era un ‘ácrata’ y pensaba y me contradecía a cada instante. Hoy, estoy en el camino ineludible de la misantropía. Solo que en ocasiones reacciono y me siento joven otra vez.
¿Saben qué? A pesar de todo: estoy vivo.
Germán Umaña Mendoza
Profesor universitario
germanumana201@hotmail.com
columnista
¿Saben qué?, estoy vivo
¿Serán capaces de convertir las dificultades de los migrantes en temas de campañas a la presidencia y de generación de nuevos odios?
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Germán Umaña Mendoza
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