Esta es mi primera columna tras la firma de la paz con las Farc. Les confieso que da orgullo un país que centra sus debates en la búsqueda del fin del conflicto armado y la reparación a sus víctimas. Y aunque, prácticamente, todo se ha dicho, me parece importante reiterar que será la historia la que le reconozca al presidente Juan Manuel Santos el logro de haber culminado la guerra con la guerrilla más antigua del mundo. Sin embargo, para recordar lo alcanzado hasta hoy, también hay que incluir lo sucedido en los últimos 16 años. A continuación un breve resumen.
En privado, el expresidente César Gaviria (1990-1994) dice que la política es de momentos (coyunturas), y tiene razón. Nadie mejor que él, con su temprana e inesperada llegada al Palacio de Nariño, sirve de ejemplo para evidenciar que a cada líder la historia le guarda un lugar –a veces menos grato que a otros–. Eso es lo que sucede con la presidencia de Andrés Pastrana (1998-2002), a la que nadie le reconoce haber intentado –como en la actualidad– un acuerdo de paz con las Farc que, aunque fallido, permitió el comienzo del Plan Colombia (programa financiado por Estados Unidos para fortalecer las Fuerzas Armadas en la lucha contra el narcotráfico). Nadie quiere acordarse de la famosa ‘Silla Vacía’ (donde, el entonces comandante de las Farc, ‘Manuel Marulanda’, dejó plantado al presidente en la zona de despeje de El Caguán). Esa guerrilla se fortaleció y amplió su presencia en el territorio nacional.
Y ahí es cuando llega el Gobierno de Álvaro Uribe Vélez (2002-2010) con la política de ‘Seguridad Democrática’, que no terminó siendo otra cosa que la implementación del Plan Colombia. Durante los ocho años, el Gobierno –siendo Ministro de Defensa, en una parte del periodo, el actual Presidente– se dedicó a debilitar a las Farc hasta su mínima expresión. Les cerraron el cerco, golpearon sus finanzas, dieron de baja a varios de sus cabecillas y convocaron el rechazo internacional de sus acciones criminales. En términos generales, el Estado recuperó la presencia en el territorio y les devolvió la confianza a los ciudadanos. Como era de esperarse, estos enfrentamientos trajeron consigo miles de víctimas (tanto combatientes como civiles). Una pena.
Comienza la era del presidente Juan Manuel Santos (2010-2018) y, contra cualquier pronóstico, inician, de nuevo, unas negociaciones con las Farc –ya debilitadas–. Todos conocen el resto de la historia. Por eso, la firma del proceso de paz, que nos llena de alegría a todos, es más que un ejercicio de cuatro años. Se trata del aprendizaje de los errores del pasado, de los intentos de gobiernos por el mismo objetivo y del aprovechamiento de unas condiciones generadas. En pocas palabras, no se puede desconocer lo vivido, sufrido y logrado en los últimos años. Tantos méritos tiene nuestro actual mandatario, por jugársela a favor de la paz, como quienes intentaron, a su manera, llevar el conflicto hasta su final. Ahora que la historia nos convoca (a través del plebiscito) a los ciudadanos a refrendar el acuerdo de paz, hay que tener en cuenta este contexto para no reducir el debate a ser ‘Santista’ o ‘Uribista’. Votar ‘Sí’ es darle esperanza a Colombia y terminar, por fin, la guerra con las Farc.
Juan Manuel Ramírez Montero
CEO de Innobrand
j@egonomista.com / @Juamon
Santos, Uribe y Pastrana
Ahora que la historia nos convoca a refrendar el acuerdo de paz, no debemos reducir el debate a ser ‘Santista’ o ‘Uribista’.
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