Los promotores del No en el plebiscito por la paz dicen que quieren justicia, pero en realidad buscan venganza. Su argumento principal es que no quieren ni aceptan una paz con impunidad, sino que exigen que los guerrilleros paguen en la cárcel por los delitos cometidos. Aunque el prontuario de crímenes de la guerrilla es extenso, y enorme la cantidad de víctimas que sufrieron las consecuencias, es equivocado pensar que con años de cárcel se hará justicia o se reparará a esas víctimas.
Es incomprensible ver a esos supuestos católicos piadosos, que quieren reemplazar la Constitución por la biblia, exigir la aplicación de la ley del Talión. Se quedaron en el dios vengativo y castigador del Antiguo Testamento, y olvidan que Jesús, el Cristo, vino a reemplazar el ojo por ojo y diente por diente por amor y perdón a los enemigos, “para ser verdaderos hijos del Padre celestial que hace salir el sol sobre buenos y malos, y hace llover sobre justos e injustos”. La misericordia que predica el papa Francisco no tiene cabida en sus discursos vengativos.
Lo más paradójico es que la mayoría de las verdaderas víctimas que han sufrido en carne propia las atrocidades del conflicto están más dispuestos a perdonar que quienes solo han visto la guerra en los noticieros. Lo decía Alan Jara, en un conversatorio la semana pasada en Cali: él no puede olvidar esos siete años de secuestro que pasó encadenado, pero decidió perdonar para rehacer su vida, porque seguir en la rabia y el deseo de venganza era continuar secuestrado. Por el contrario, contó, que alguno de los supuestos justicieros le dijo: “yo no soy capaz de perdonar lo que le hicieron a usted”.
Sin embargo, en el acuerdo en La Habana no se trata de invocar la resignación cristiana y el altruismo de poner la otra mejilla para brindar impunidad a los crímenes cometidos en el conflicto. No hay impunidad ingenua, pero tampoco venganza ciega; hay justicia, eso sí diferente a la penal tradicional. Una justicia diseñada desde, por y para las víctimas, porque está basada en la exigencia de verdad, reparación y no repetición. El guerrillero, el paramilitar, e incluso el militar que haya deshonrado su uniforme, que no cumplan con estas exigencias sí irán a la cárcel.
Hay otra razón por la cual es errada la exigencia de cárcel como forma de hacer justicia; no es una razón religiosa ni jurídica, sino práctica, pero muy contundente. La cárcel puede servir como castigo, y para dar esa satisfacción de ver tras lo barrotes a quien ha hecho daño, pero no sirve como mecanismo para evitar que se repitan los crímenes ni para la rehabilitación de los actores del conflicto que los cometieron.
La evidencia es abrumadora. En la última década se han desmovilizado en Colombia cerca de 58.000 combatientes, y un estudio de la FIP encontró que solo el 24 por ciento ha vuelto a delinquir. No son pocos, pero en el caso de los presos comunes se ha encontrado que más del 70 por ciento de los que van a la cárcel son reincidentes, y en EE. UU. el 68 por ciento de los que salen de la cárcel son capturados de nuevo.
La sed de venganza solo lleva a perpetuar el conflicto y que se repitan los crímenes; si aplicamos la ley del ojo por ojo, todos nos quedaremos ciegos, decía Ghandi. ¡Nunca más!, es la justicia que exigen las víctimas para que ningún colombiano tenga que padecer el infierno que vivieron ellas.
Mauricio Cabrera G.
Consultor privado
macabrera99@hotmail.com
columnista
Sed de venganza
En la última década se han desmovilizado cerca de 58.000 combatientes, y un estudio de la FIP encontró que solo el 24% ha vuelto a delinquir.
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Mauricio Cabrera Galvis
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