Siempre que una obra de arte sea deseada, su precio se mantiene al alza. Una tendencia que, en tiempos de crisis económica, ha convertido a las obras de arte en un valor refugio junto a otros productos como el vino, el oro y la plata.
No importa si se trata de un libro, de joyas preciosas, obras pictóricas, objetos e incluso melodías. Si un comprador cree que el capricho merece la pena, puede llegar a gastar millones en una única pieza que complete su colección.
Lejos queda ya el temor de los inversores de que las obras de arte rozaran el mínimo de su valor, allá por el 2009, cuando la crisis financiera hizo caer los precios del arte en torno a un 48 por ciento.
Claro ejemplo es el de la londinense Christie’s, cuyas ventas a escala mundial durante el primer semestre del 2013 alcanzaron una cifra récord en el mercado del arte de 3.740 millones de dólares, 9 por ciento más de recaudación que en el mismo periodo del año anterior.
Un cifra que, a la vista de los hechos, parece que será superada durante la nueva temporada de ventas, ya que el tríptico de Francis Bacon ‘Three Studies of Lucian Freud’ ha rebasado todas las expectativas, al venderse, el pasado 13 de noviembre, por 142,4 millones de dólares.
Pese a ello, Bacon apenas puede acercarse a la sombra del francés Paul Cézanne, cuya obra ‘Los jugadores de cartas’ (1894 - 1895) se estima como la obra más cara de la historia, adquirida por la Casa Real de Catar por una cifra que oscila entre 250 y 300 millones de dólares.
“El arte funciona como la bolsa de mercado de valores”, afirma el experto en subastas David Duran, que explica que la oscilación de precios entre las obras de arte varía a menudo en función de los gustos del comprador.
“La mayoría de inversores suele hacerlo por impulso, porque siente predilección por una obra”, continua Duran, quien destaca que lo que más se disfruta de este valor es su condición estética. Árabes, chinos, rusos, fortunas privadas desconocidas y grandes compañías multinacionales se han convertido en los principales coleccionistas de arte, motivados no solo por el capricho, sino también porque esta “lógica inversión” permite la especulación y la reducción del pago de impuestos, al ser declarados patrimonio, según consideran algunos expertos.
“Es absolutamente cierto que las grandes fortunas refugian dinero negro en el arte, y por tanto el dinero de este color no paga impuestos. Además, también se crean fundaciones y museos a nivel privado, que cuentan con grandes ayudas fiscales que les permiten escapar de la mano del fisco”, explica el perito judicial en arte y antigüedades Agustín Sabartés.
LIBROS Y PIEDRAS PRECIOSAS
Son las obras pictóricas las que se han consolidado como las estrellas de las subastas. Edvard Munch; Pablo Picasso, Gustav Klimt, Paul Cézanne o recientemente Andy Warhol son algunos de los autores con las obras de arte más caras de la historia.
Sin embargo, no solo los pigmentos y el lienzo son codiciados. También la literatura o las piezas de joyería son muy deseadas.
Este noviembre la casa Sotheby’s vendió en Ginebra ‘La Estrella Rosa’, un diamante rosado de 59,6 quilates, por 83,42 millones de dólares que se ha convertido en la gema que ha alcanzado el valor más elevado en una subasta.
Algo por debajo de las expectativas se ha vendido el que los expertos consideran el libro más valioso del mundo. Editado en 1640 por los primeros colonos de la bahía de Massachusetts (Estados Unidos), solo quedan 11 ejemplares del ‘Bay Psalm Book’, texto que la casa de ventas Sotheby’s subastó el 25 noviembre en Nueva York por unos 14 millones de dólares.
La estrategia financiera en el arte está clara: ser conservador y comprar piezas de autores consagrados o bien arriesgar y comprar la de un autor desconocido, esperando que se convierta en un gran valor.
Efe