Cazadores furtivos matan más de 40.000 elefantes al año y a pesar de los esfuerzos para protegerlos, de campañas de concientización, de refuerzos en vigilancia y castigos contra la caza ilegal y el contrabando de marfil, los pacíficos paquidermos siguen desapareciendo a un ritmo insostenible.
Esos 40.000 muertos al año equivalen al 10 por ciento de los 400.000 elefantes sobrevivientes en África y sus colmillos, que son la razón de la cacería, producen más de US$2.000 millones en valor de marfil por la venta, principalmente en los mercados negros en Asia. A ese ritmo la extensión es segura.
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Un elefante macho de 50 años puede tener colmillos que pesan hasta 50 kilos cada uno. En el mundo del comercio de marfil el kilo puede llegar hasta los 1.000 dólares.
Los cazadores de elefantes generalmente son parte de mafias peligrosas y muy violentas, que cuentan con poderosos armamentos. Centenares de guardabosques han sido asesinados por cazadores furtivos en África en los últimos años a pesar de que, gracias a esfuerzos internacionales, los vigilantes cuentan con entrenamiento militar, armas modernas, helicópteros y sensores infrarrojos de alta tecnología para detección de movimiento plantados en varios de las zonas protegidas.
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Pero es difícil atrapar a los cazadores en el acto. Operan en áreas amplias, mueven solo unos pocos colmillos a la vez y cuando ese contrabando llega a un puerto, puede ser escondido fácilmente entre otros bienes importados.
Afortunadamente nueva ayuda ha llegado de un sector inesperado: la genética.
Por un lado, la experimentación genética científica y por otro el desarrollo genético evolutivo natural.
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Investigadores, o ‘Detectives Genéticos’, como muchos han comenzado a llamarlos, están examinando los datos genéticos en los colmillos capturados en decomisos, para rastrear los lugares de origen de los animales y conectarlos con los delitos de tráfico mundial. La evidencia genética obtenida se convertirá en un arma importante para atrapar y condenar a las bandas de traficantes de marfil.
En una operación reciente que recibió atención global, investigadores genéticos identificaron tres de los carteles más grandes y dominantes del tráfico ilegal proveniente de África, responsables de las mayores matanzas en el continente.
Los científicos lograron descubrir el origen geográfico extrayendo y analizando el ADN del marfil. Examinando la genética de cientos de colmillos de 38 grandes decomisos en puertos de África y Asia, establecieron que los envíos habían sido organizados por tres redes criminales con sede en Mombasa en Kenia, Entebbe en Uganda y Lomé en Togo.
“Hay mucha más información en un decomiso de marfil de lo que una investigación tradicional puede descubrir”, explicó uno de los investigadores a cargo del proyecto. “No solo podemos identificar los orígenes geográficos de los elefantes cazados y la cantidad de poblaciones de diferentes elefantes representadas, sino que podemos usar las mismas herramientas genéticas para vincular diferentes operaciones de contrabando con las mismas organizaciones criminales”.
Normalmente los líderes del contrabando son juzgados por un solo decomiso y a menudo no son condenados o reciben sentencias leves. Ahora las autoridades podrán agregar cargos múltiples sobre la base de evidencia científica y con esa prueba darles condenas ejemplares.
Entretanto, la genética evolutiva ha tomado sus propias medidas para responder a la destrucción de la especie.
Los elefantes hembras de diferentes poblaciones en África están naciendo sin colmillos. En general, el 2% de las hembras de la especie carecen de ellos, pero entre los elefantes de la región de Addo, por ejemplo, se trata del 90 al 95% que los han perdido en un rápido proceso evolutivo ocurrido durante el último siglo.
El ejemplo en Addo es el más dramático, pero no el único. En el Parque Nacional Gorongosa de Mozambique, la caza furtiva generalizada durante la guerra civil de ese país entre los años 70s y 90s mató un número desproporcionado de elefantes con colmillos, dejando sobrevivir a los pocos que no tenían, generalmente hembras. Como resultado, el 53 por ciento de las hembras adultas y el 35 por ciento de las hembras recién nacidas de hoy no tienen colmillos.
El mismo fenómeno se ha visto en Zambia, Tanzania y Uganda.
Desafortunadamente, la ausencia de colmillos parece ser un rasgo ligado al sexo y rara vez ocurre entre los machos. Incluso en Addo, casi todos los machos tienen colmillos, aunque tienden a ser más pequeños que los de elefantes de otras regiones, lo que desincentiva a los cazadores furtivos.
El peligro para los elefantes, sin embargo, no parece terminar. En China está en aumento la moda por accesorios de cuero de elefante y remedios tradicionales hechos de sus pieles.
Cecilia Rodríguez
Especial para Portafolio