Vivir de carrera en carrera y movilizar en promedio unas 20 personas al día, entre distintos puntos de la ciudad, le ha permitido conocer a Bogotá como la palma de la mano, hasta el punto de que está en capacidad de identificar cuándo una calle de la capital del país está estrenando hueco.
(Lea: Un camionero cuenta cómo su vehículo es la empresa, el hotel y la herramienta de trabajo)
¿Cuántos años lleva en el oficio de taxista?
Llevo ocho años, en una jornada que va desde las 7:00 de la mañana a 7:00 u 8:00 de la noche, dependiendo de la demanda y del cansancio.
¿Usted es el dueño del taxi?
(Lea: Alejandro González, un piloto que pide la ventana)
Ahora sí. Antes yo no tenía carro, pero administraba dos taxis, y hacía un turno de 12 horas diarias.
¿Qué es mejor negocio, ser conductor o dueño?
Indudablemente que el mejor negocio es ser el dueño y a la vez el conductor, porque aparte de que uno cuida el vehículo, todo el producido es para uno.
(Lea: El mesero que no quiere cambiar de puesto)
¿Cuánto pagó por el cupo?
El carro nuevo me costó $140 millones, incluido el cupo. Ahora tengo que pagar cuotas de $3’070.000 mensuales. Pero el carrito los produce sin hacer turno extras. El cupo me costó $90 millones.
¿Cómo le va con los pasajeros?
A mí me va muy bien. Hay personas muy amables, e incluso me dan propina. Cuando uno saluda y no contestan, esa es una señal de que el cliente no quiere hablar, entonces cierro la boca y me concentro en llevarlo a su destino.
Pero hay otras personas que conversan todo el camino. Muchas veces se vuelven clientes, me piden el celular para recogerlos más tarde a él a alguien de su familia o de su trabajo.
¿Qué habla con los clientes?
Hablamos de trancones, política, la ciudad, la situación económica, el estado del tiempo, de deportes y hablamos de los políticos corruptos.
¿Es común que le den propina?
Sí. Así sea poquito. Por ejemplo, si la carrera vale $10.500 le dan a uno de $12.000 y le dejan a uno las vueltas. Pero hay otros que le dan uno $2.000, $3.000 y hasta $5.000 adicionales.
¿Cuál ha sido su mejor día como taxista?
Un día de ‘No Carro’ hice $420.000. Salí a las 5:30 de la mañana y trabajé hasta las 7:00 de la noche. En una jornada normal uno se hace un promedio de $150.000.
¿Cómo lo ha afectado el aumento de los precios de la gasolina?
Mucho. Ese es el problema más común de nosotros y de los vehículos particulares. En este país la gasolina debería valer $5.000 el galón y no $9.000. Es que Colombia es un país productor de petróleo.
¿Ud maneja con Waze?
Sí señor. Waze facilita la movilidad, máximo en esta ciudad donde los trancones son el pan de cada día.
¿Usted le ha tenido que decir a un pasajero, por allá no voy?
Solo cuando voy para la casa a descansar. Yo vivo en el sur, y cuando decido no trabajar más, y estoy en el norte, pregunto para dónde va, porque si esa persona vive en dirección de mi casa puedo hacer la última carrerita. No es que uno no quiera ir a un determinado lugar.
¿Es peligroso trabajar de noche?
Sí. No es lo mismo que de día. Toca tomar precauciones adicionales. Es más complicado el tema para todo, incluso para ver los huecos.
¿Le ha tocado cargar borrachos cansones?
Sí señor, un par de veces, pero eso se da especialmente los fines de semana y los domingos en la mañanita. En dos ocasiones se subieron personas muy ‘carnavaleadas’ y eso es muy estresante. En uno de esos casos me fue bien porque me pidieron música, y hasta les paré en un sitio para que compraran unas cervezas. Al final me dieron $10.000 de propina.
En el segundo caso, los pasajeros embriagados me formaron problema por la cuenta y casi ni me pagan.
¿Le ha pasado que un cliente llegue a su destino y diga que no tiene plata para pagarle?
Sí pasa, pero al llegar a la casa uno los espera afuera y ellos entran a casa y luego salen a pagarle a uno. Claro que una vez llevé a una señora a su casa y el servicio marcó $17.000, pero ella dijo que solo tenía $7.000, y que la esperara que entraba a su conjunto residencial y salía a pagarme. Después de esperarla diez minutos le pregunté al portero y me dijo que él no la conocía porque ahí entraba mucha gente, entonces me tocó irme porque si esperaba más, perdía más plata.
¿Es común que la gente le proteste por la cuenta?
Pues la gente siempre está pendiente del valor del servicio, pero mientras uno cobre lo correcto, no pasa nada. A veces preguntan por qué ese valor, y uno explica si hubo recargo por ser una carrera nocturna, al aeropuerto o un día festivo. Otras veces es que suben las tarifas y la gente no sabe.
¿Cómo ve lo de obligar a los taxistas de Bogotá a trabajar con aplicaciones?
Yo tengo una ‘tablet’ que me sirve, pero ahora están diciendo que toca comprar la que ellos digan. Eso es un negocio que tienen montado. Además, ese tema no lo han explicado bien. En el Distrito dicen una cosa y en la empresa de nosotros dicen otra. Yo he ido a varias reuniones y veo que no hay claridad al respecto.
¿Qué tipo de aplicaciones maneja actualmente?
Manejo tres: Easy Taxi, Tappsi y Taxis Libres. Por cada una de ellas hay que pagar mensualmente. En las dos primeras, cada vez que toma una carrera por esos canales debo pagar $800. En Taxis Libres pago $55.000 por mes, de manera ilimitada.
¿Qué proporción de las carreras le llegan por la vía de las aplicaciones?
Hoy, el 30% llega por aplicaciones y el resto son pasajeros que me hacen el pare. Al comienzo solo hacía lo que me saliera en la calle. Después aprendí a manejar la tecnología y me ha ido bien.
¿Usted ha participado en los paros de taxistas?
Yo nunca he salido, pero la mayoría de veces estoy de acuerdo en las peticiones, porque hay cosas que son muy injustas para con los taxistas. No salgo a las marchas porque se corre el riesgo de que me le hagan daño al taxi.
¿Es cierto que la Policía persigue mucho a los taxistas?
No necesariamente. Mientras uno mantenga todos sus papeles y el carro en regla, no hay problema. Yo creo que las brigadas y los retenes son necesarios para encontrar quienes hacen el mal.
Claro que un día, en el aeropuerto El Dorado, una agente me puso un parte injusto, porque yo paré a dejar un pasajero en la cebra porque no había más espacio. Solo estuve allí mientras el pasajero se bajaba, y ella no me hizo la observación sino que de una vez me retuvo los documentos y me hizo un parte. Eso me pareció arbitrario.
¿Se ha quedado varado?
Cuando era conductor de un taxi que no era mío, sí me pasó. El carro se recalentó, el pasajero se bajó y yo pedí la grúa.
¿Ha tenido accidentes con los huecos de las calles de Bogotá?
Muchos. Eso es complicadísimo. Un día me metí a uno que me estalló la llanta y casi me daña el rin. En el Gobierno se roban la plata que pagamos en impuestos y no hacen lo que tienen que hacer. Y ni para qué hablar de la inseguridad.
¿Ha sido objeto de atraco?
Gracias a Dios yo no, pero sí he conocido muchos compañeros a los que les han robado el producido. Afortunadamente, en las aplicaciones uno dispone de un botón de pánico, pero hasta ahora no lo he tenido que usar.
¿Ha recogido a algún famoso?
Sí. Muchas veces, especialmente personajes de la televisión y políticos.
¿Cómo le ha ido con Uber?
Ellos causan un mal muy grande. Uno paga un dinero por un vehículo de servicio público e impuestos, para que venga otro a competir sin pagar nada. Cada vehículo debe tener su especialidad. De aquí a mañana les da por decir que las volquetas pueden cargar gente o que un carro particular puede hacer acarreos. Cada cual debe estar en lo suyo. Muchos taxistas ya no trabajan de noche, porque las calles están llenas de particulares que se dedican a prestar el servicio de manera ilegal.
Cuando hay problemas nos dicen que los taxistas prestamos un servicio público, y yo estoy de acuerdo, pero cuando llega la hora de protegernos contra Uber, ahí si se olvidan de que este servicio solo debe ser prestado por vehículos públicos adecuados y pintados para ello.
Nosotros tenemos que pagar cuatro seguros para proteger a los pasajeros. Además, Uber se ha vuelto colectivo prestado incluso por carros viejos.
Pero muchos pasajeros dicen que Uber es seguro y que los taxis amarillos no. ¿Usted qué opina?
Eso es relativo. La mayoría, más del 90% de los taxistas, somos personas de bien y aunque en todo oficio hay quienes dañan el gremio, no se puede generalizar. Eso sucede en todos los oficios. Lo que tienen que hacer es aplicar penas más fuertes contra los delincuentes.
¿Alguna vez un pasajero ha dejado un objeto costoso en su taxi?
Si varias veces. Una vez una señora se subió con un mercado y cuando llegamos a su casa se bajó del taxi y se entró sin los artículos. Yo esperé a ver si la persona se devolvía y luego de cinco minutos me tocó golpear en la puerta para decirle que bajara las bolsas que había metido al baúl del carro. Ella se puso feliz y me regaló varias cosas de lo que había comprado.
El problema es cuando la carrera se toma en la calle y la persona deja olvidadas sus pertenencias, porque uno no sabe para dónde cogió. En esos casos es imposible devolver las cosas. Pero cuando la carrera es por la aplicación las personas pueden recuperar los objetos olvidados, siempre y cuando no se haya subido otro usuario, porque muchas veces son ellos los que se llevan los artículos y uno ni se da cuenta. Pero eso sí, la mala fama nos la llevamos nosotros.
¿Cuál es la mejor carrera de Bogotá?
La mejor carrera es la que tiene todos los recargos: al aeropuerto, un festivo y de noche. Esos sobrecargos son muy atractivos.
¿Ha recogido personas que no hablan español?
Sí. Yo no hablo otro idioma, pero en ese caso le entregan a uno un papel con la dirección y uno los lleva. Al final, uno les muestra la cuenta en el taxímetro, en pesos, y así nos entendemos.
Édmer Tovar Martínez
Editor de Portafolio impreso