Lo que los nazis no consiguieron al clausurar la Bauhaus o Casa de la Construcción hace unos 70 años, casi lo logra el capitalismo salvaje y la ferocidad consumista de mediados del siglo XX y principios del XXI, pero la escuela sobrevivió y cumple ahora su primer siglo en medio de festejos en Alemania, Europa y aplausos en el mundo entero.
También en medio de la polémica entre los que la dan por superado y desvirtuado el espíritu de la Bauhaus y los que lo defienden e insisten en su vigencia y renovación, acorde con el tiempo que vivimos.
La importancia de la Bauhaus es indiscutible en la concepción de la arquitectura moderna y “en la producción de elementos integrales y concretos, que manufacturados por autores únicos y específicos, enmarcó un producto arquitectónico o artístico que podría volcarse a la comunidad en general, algo único y bueno para muchos”, afirma a Portafolio la arquitecta Claudia Hernández, restauradora del Teatro Faenza de Bogotá.
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La Bauhaus fue el sueño cultural por un mundo mejor, después de la oscuridad dejada por la Primera Guerra mundial en una Europa devastada. Buscó integrar todas las artes en función de un mejor hábitat para el hombre. También, unir el arte con el diseño, que combinara arquitectura, escultura y la pintura dentro de una sola expresión creativa.
La escuela fue creada por el arquitecto alemán Walter Gropius en 1919, primero, en Weimar, capital europea de la cultura de 1999 y, después, en la ciudad de Desau, en la antigua Alemania oriental, a las que se incorporaron intelectuales de todas las tendencias del arte, y la creación.
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Bajo el liderazgo de Gropius los artistas y artesanos debían trabajar conjuntamente y aprender los unos de los otros y bajo su batuta participaron en ese emprendimiento grandes maestros de la pintura como el genio ruso del color Wassily Kandisky, el pintor alemán nacido en Suiza Paul Klee, el diseñador gráfico, pintor, fotógrafo y arquitecto austriaco Herbert Bayer, el fotógrafo y pintor húngaro László Moholy Nagy y posteriormente el arquitecto y urbanista suizo Hans Emil Meyer y el arquitecto alemán Ludwig de Miës Van Der Rohe, quienes lo consolidaron. La Bauhaus no solo marcó un hito en un momento clave para Europa sino que después, se globalizó y trascendió a nivel mundial.
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IMPACTO GLOBAL
La arquitecta Hernández recuerda que cuando Miës Van Der Rohe, Nagy y alumnos seguidores de esa escuela se trasladaron a Estados Unidos, fundaron en Chicago en 1937 el Instituto de Diseño como una nueva Bauhaus.
“Las artes y la arquitectura evolucionaron de un manera tal que desde allí generaron las directrices del modernismo, que dejó huellas indudables en todas partes del mundo, generó un lenguaje estético particular y aprovechó la evolución técnica de cada momento histórico".
En América Latina la escuela también influyó en creaciones arquitectónicas en Argentina, Brasil, Colombia y Chile entre otros países. Desde 1996, la Unesco declaró las sedes de la Bauhaus en Weimar y Dessau como Patrimonio de la Humanidad.
Pero, la escuela no sólo produjo construcciones arquitectónicas únicas, sino cafeteras, mesas, sillas, tapices, bandejas y todo lo imaginable dentro del diseño gráfico e industrial, que se fusionó, al mismo tiempo, con todo tipo de estructuras arquitectónicas donde la pintura no fue ajena.
“Nada existe en sí mismo. Toda imagen se convierte en símbolo de un pensamiento, que nos empuja a construir y en el que deben marchar unidos la utilidad, el diseño, lo específico del material y la estética”, decía Gropius, el creador y fundador de la Bauhaus.
EN COLOMBIA
Algunos arquitectos colombianos se inspiraron en la Bauhaus para realizar sus creaciones pero a Rogelio Salmona, uno de los grandes, no se lo puede encasillar como representante local de la Bauhaus, aunque se haya inspirado en la escuela alemana en algunas de sus obras.
“Creo que Salmona tomó la esencia del trabajo del artesano, la convicción del material y lo plasmó en su obra de manera integral. No sigue la estética que caracteriza a la Bauhaus. Las torres del parque, por ejemplo, tienen un concepto casi orgánico y, en ese caso, no calificaría como Bauhaus”, dice la arquitecta Hernández y señala que, por eso, es único en el país porque tomó pero no copió el concepto original de la escuela alemana.
No obstante, existen creaciones que se ajustan a la Bauhaus como las del arquitecto alemán “Herbert Rauprich, quien diseñó el teatro de la actual universidad de la Salle en La Candelaria y parte de complejo educativo que reemplazó al que sucumbió en el 9 de abril del año de 1948” y el colombiano Gabriel Serrano Camargo quien, bajo ese concepto, desarrolló obras como la de la Clínica San Pedro Claver o San Rafael, según Hernández.
Menciona, además de algunos institutos educativos como el antiguo Colegio del Rosario en la Quinta Mutis, edificaciones del Universidad Nacional diseñadas por el arquitecto, urbanista y pedagogo colombo - alemán Leopold Siegfried Rother, y la plaza de mercado de Girardot, de su autoría.
SIGUE VIVA
En Weimar y Dessau, cuna de la Bauhaus, los edificios creados bajo su concepto son monumentos pero no reliquias. En la Universidad del mismo nombre en Weimar, por ejemplo, se sigue enseñando a más de 4 mil estudiantes de 70 países con el espíritu de los pioneros de la famosa escuela pero con ideas frescas, afirman directivas de esa institución. Allí funcionan facultades de Arquitectura y Urbanística, Arte y Diseño, Ingeniería civil y Medios.
“La idea de que los estudiantes puedan trascender las fronteras de sus facultades en determinados módulos y proyectos se mantiene”, aseguró Nathalie Singer, Profesora de Radio Experimental y vicepresidenta de la Universidad de la Bauhaus al servicio alemán Deutsche Welle (DW).
Y, aunque para algunos la Bauhaus terminó con la Segunda Guerra Mundial, de alguna manera, se retoma, casi que cíclicamente, cuando se regresa a pensamientos e ideales en los que se desea y, en algunas ocasiones se logra, el fundamentar, el hacer y el oficio y volverlo arquitectura y arte para el uso de todos. Sólo pocos lo consiguen. Ser original, económico y único, sin copiar y sin imitar a nadie es, tal vez, lo más complejo para el arquitecto actual.
“La contemporaneidad se ha vuelto cada vez la copia de la moda y el modelo, de lo exitoso o lo económicamente adecuado. De alguna manera, se ha caído en la producción tecnológica en serie sin el significado del artesano”, afirma la arquitecta colombiana restauradora del Faenza.
Por eso, el gran desafío que enfrenta la Bauhaus en la actualidad es mantener el carácter social porque al ser una herencia única, especial y escasa, su legado se vuelve exclusivo y costoso, lejos de lo social y utilitario de su espíritu original.
Gloria Helena Rey
Especial para Portafolio