Prometedores hallazgos para probar y fabricar nuevas medicinas, partiendo del hongo que por siglos dio vida al pan y la cerveza.
Uno de los trabajos más promisorios en esta materia se adelanta en el laboratorio que dirige la doctora Christina Smolke, en la Universidad de Stanford, en California.
Con su equipo de investigación, ha logrado combinar la molécula de la levadura para fabricar analgésicos, diferentes de los que se obtienen de la planta de la amapola (opio), y bajo un proceso mucho más rápido de manufactura.
Para su cometido, ella y su equipo de investigadoras, pusieron a interactuar genes de otras plantas, bacterias y hasta de ratones, con el hongo de la levadura, logrando obtener la sustancia conocida como hidrocodona, base para los remedios contra el dolor, mostrando tanta efectividad como la morfina.
Previamente, explica la Dra. Smolke, se habían logrado manejar 6 genes que llevaron a la producción de artemisina, usada contra la malaria.
En desarrollo de su trabajo, que cumple 10 años, se llevó a cabo la reprogramación de 23 genes, lo que constituye la más compleja síntesis química diseñada hasta la fecha con base en la molécula única de la levadura.
Además de analgésicos, la nueva base da opción para desarrollar otros medicamentos para tratar algunos tipos de cáncer, hipertensión y artritis.
GENES HUMANOS
En otra investigación igualmente novedosa, el profesor Edward Marcotte, del Centro de Biología Sintética, de la Universidad de Texas en Austin, logró identificar por lo menos 200 genes de la levadura con genes humanos.
Lo emocionantes del caso, dijo Marcotte, es comprobar que el ancestro común de este hongo microscópico con los del ser humano, no se ha perdido a pesar de su evolución durante millones de años.
Al explicar su investigación, Marcotte formuló este símil: es como haber probado un inyector de combustible de un viejo tractor en el motor de un automóvil, y funcionó.
Este avance, señaló, permitirá entre otras cosas, probar medicinas de una manera distinta, verificando por ejemplo su efectividad en el tratamiento de enfermedades generadas por mutaciones genéticas, como ocurre con algunas clases de cáncer.
Cree que se puede ampliar el espectro de la investigación para alcanzar unos mil genes de la levadur, para intercambiar con genes humanos.
A PLANTAR ÍNDIGO
El rechazo casi generalizado contra el petróleo y sus derivados, por sus efectos contaminantes, fortalece el camino de regreso a la botánica.
Por ejemplo, en el camino de sustitución de colorantes obtenidos de la petroquímica, por tintas de origen vegetal. De ahí empieza a resurgir el interés por plantas como el añil o índigo, de cuyo extracto surge el color que está íntimamente ligado a una de las prendas de vestir más populares en el mundo, como son los famosos bluejeans.
Con dicha perspectiva, una emprendedora compañía de Minnesota, se ha lanzado a cultivar este renglón a fin de proporcionar su colorante a la industria textil nacional.
La iniciativa, emprendida por la firma Stony Creek Colors, ya cuenta con el apoyo del Departamento de Agricultura de Estados Unidos, en su programa de fomento a los pequeños negocios. Además, se perfila como una importante alternativa como sustituto del cultivado del tabaco en los estados sureños.
El proyecto parece tener un buen sustento si se tiene en cuenta que anualmente las importaciones de Estados Unidos de colorantes sintéticos, son del orden de los mil millones de dólares. Los emprendedores de Tennessee aspiran a tener plantadas unas 15 mil hectáreas de añil en cinco años, con la esperanza de pellizcar una parte de ese mercado, que no solo tiene que ver con los pantalones azules, sino que abarca un gran número de industrias, tales como pinturas, tintas de impresión, cosméticos y alimentos.
Países como China, India, Alemania, Suiza y Japón, se cuentan entre los mayores proveedores de estos productos.
Germán Duque
Especial para Portafolio