Decir que los hombres son obsoletos es probablemente excesivo. Hay otros términos usados para explicar por qué cada día es más difícil ser un hombre ‘tradicional’ en este mundo cada vez menos tradicional: ‘Masculinidad Afligida’, ‘Declive De La Condición Masculina’ y otros igualmente rebuscados.
Dadas las condiciones de la evolución del poder de los hombres en nuestros días, las definiciones contemporáneas son insuficientes para explicar un mundo donde la fuerza física y el control de la procreación, que eran las fuentes del poder viril, son mucho menos importantes que en el pasado y donde por esas y otras razones, como las nuevas tecnologías, la ‘condición masculina’ está cambiando drásticamente.
Hasta ahora y particularmente en los últimos meses con tantos movimientos surgidos como consecuencia de la oleada de denuncias de abuso sexual y conducta inapropiada por parte de los hombres en prácticamente todo el mundo, se habla sobre todo de las desigualdades entre hombres y mujeres que mayoritariamente afectan a estas últimas.
Lo opuesto, sin embargo, podría ser verdad y es ahí que el termino ‘Hombres Obsoletos’ encuentra contexto. La disminución de la condición masculina en la escuela, la familia y el mercado laboral de las sociedades occidentales, es lo que la ensayista francesa Laetitia Strauch-Bonarts, en su nuevo libro ‘Son los hombres Obsoletos?’, demuestra a través de numerosos estudios científicos incluyendo sociología cuantitativa, economía y neurociencia.
“Los hombres han perdido el control de la procreación, están rezagados en las aulas y la fortaleza física que era su prerrogativa ya no tiene utilidad social”, explica la revista Le Figaro en un artículo acerca del libro.
“¿Dónde están los hombres? Ellos encarnaban la fuerza, pero nuestro mundo es frágil. Reinaban sobre las aulas donde ahora no son más los mejores. Manejaban las finanzas y ahora hay cada día más mujeres ricas. Eran esenciales para dar a luz, pero ya no son necesarios. Maestros caídos de un viejo mundo, se vuelven más supernumerarios e inútiles”.
Todavía –en casi todas las sociedades– muchos hombres disfrutan de grandes ventajas simplemente por su sexo. Y, por ahora, la idea de la obsolescencia masculina no aplica a los hombres que han logrado llegar alto. Alrededor del 95% de los CEO de la lista de Fortune 500, son hombres, como lo son el 98% de los multimillonarios en Forbes y el 93% de los jefes de gobierno del mundo.
Pero eso no cambia la situación que afecta a una gran mayoría del resto. Según las cifras de la Organización de Cooperación para el Desarrollo Económico (Ocde), los hombres entre 25 y 64 años han visto caer sus tasas de empleo del 83,1% al 81,5% entre los años de 1997 y 2016, mientras que la tasa de empleo de mujeres con un nivel similar de habilidades aumentó del 62,3% al 67,7%.
Debido al desarrollo tecnológico, muchos trabajos que antes eran considerados ‘masculinos’ disminuyeron, mientras que la demanda de personal en sectores que requieren habilidades bajas y medianas – consideradas tradicionalmente más ‘femeninas’– se ha incrementado.
“Los robots vienen por nuestros trabajos, pero no todos nuestros trabajos. Llegan, en números cada vez mayores, por cierto tipo de trabajos: agrícola y de fábricas, construcción y transporte. En otras palabras, empleos tradicionalmente hechos por hombres” escribe la revista Wired en un artículo premonitorio, que expone estos males, a menos que el mundo y el balance entre géneros cambie radicalmente.
“La automatización es mucho más que un problema económico. Es un problema cultural, de identidad y género. Millones de hombres en todo el mundo están mirando de frente a la obsolescencia, y la forma en que respondamos a la automatización dependerá de lo que decidamos qué significa ser un hombre, o una mujer, en la incómoda adolescencia del siglo XXI”.
Otra irrefutable variable de esta ‘adolescencia del siglo XXI’ es que las niñas están abrumadoramente por delante de los niños en lectura y escritura en más de 72 países estudiados por la OCDE. “La historia de las últimas décadas es de una increíble emancipación educativa e intelectual de las niñas”, explica el informe.
Esa realidad esconde otra: que los niños se están quedando atrás, que son los que enfrentan más dificultades en la escuela. “Los adolescentes tienen un 50% más de probabilidades que las adolescentes de tener dificultades en todas las áreas de estudios”.
Esos hombres carecen de los recursos de capacitación, imaginación y oportunidad necesarios para adaptarse a las nuevas demandas y, como resultado, pierden mucho, tanto en términos económicos como personales.
En cuanto a la reproducción, el panorama no es mejor: Las nuevas técnicas de procreación médica asistida (PMA), hacen innecesaria la presencia de un hombre. Varios países permiten inseminación artificial para parejas de mujeres o mujeres solteras. Los avances científicos podrán permitir la producción de embriones a partir de células madre de una sola persona, lo cual tiene las mismas consecuencias.
Ya es una realidad que la gran mayoría de familias monoparentales están encabezadas por mujeres y, en general, los niños ven a su padre mucho menos que a su madre. “La fracción promedio de años durante los cuales el padre biológico está presente está disminuyendo, mientras que la fracción promedio de años durante los cuales ningún varón adulto está presente está en aumento”, de acuerdo al libro de Strauch-Bonarts.
Si se combina la realidad de la inteligencia artificial con la vida sexual, las cosas toman un rumbo aún más nebuloso. “¿Qué pasa si los avances en la robótica y la inteligencia artificial hacen los robots femeninos tan realistas y tan expertos en sexo, que los hombres se vuelven incapaces de participar en relaciones humanas reales?”, pregunta la revista Bloomberg en un artículo titulado ‘Los Robots Sexuales harán que los hombres, no las mujeres, sean obsoletos’.
“En realidad, son los hombres quienes deben estar preocupados. Es muy posible que los robots masculinos puedan superarlos. El uso de robots masculinos podría elevar los estándares para las mujeres al punto que no quieran más hombres reales en su cama”.
Cecilia Rodríguez
Especial para Portafolio