La afirmación es de la sicóloga Martha Cabrera Cruz, con doctorado de la Universidad alemana de Leipzig y que lleva más de 20 años trabajando en procesos de posconflicto, especialmente en su nativa Nicaragua.
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“Siempre guardamos cosas que nunca le revelamos a nadie porque nos hirieron demasiado y eso es lo que debe sanarse. Los traumas cuando no reciben atención son los que terminan por sepultar la felicidad de los individuos, las familias y las comunidades. Sanarse no es olvidar, es entender lo sucedido”, afirma a Portafolio.
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Nicaragua padeció una guerra de más de 10 años, en la que cientos de personas que sobrevivieron al conflicto terminaron perdidas al finalizar el mismo por no contar con un apoyo emocional y psicológico para enfrentar los traumas que sufrieron.
Tuvieron que aprender a palo seco sobre el terreno, y ese aprendizaje fue lo que vino compartir hace poco Martha Cabrera con varias comunidades colombianas que buscan hoy sanar sus heridas en el escenario de nuestro posconflicto.
“En Nicaragua ni en El Salvador tuvimos un tratamiento adecuado en el posconflicto y hoy, después de nuestra experiencia de más de dos décadas con las comunidades afectadas, consideramos que debe existir una política pública, que comprometa al Estado y la academia, en su recuperación.
“Cuando los traumas no se tratan, no sólo afectan la salud física y mental de los individuos, sino la de su entorno, y las relaciones familiares y comunitarias se convierten en altamente conflictivas. El abordaje de los traumas dejados por la guerra debe ser multidisciplinario porque son un problema de salud pública”, señala.
Sanar no es olvidar, reitera la entrevistada e insiste en que es asumir y entender lo que pasó, cómo pasó, por qué pasó y en buscar ir hacia adelante para que lo sucedido no vuelva a repetirse.
Sería como lo que sucedió con los movimientos de “Tortura nunca más”, que nacieron, se fortalecieron y ayudaron a sanar las violencias y atropellos cometidos por las dictaduras militares en el Cono Sur a mediados del siglo pasado.
Uno de los problemas que impiden la sanación de los individuos son los silencios, según la psicóloga nicaragüense. Es ese temor a hablar y a enfrentar lo sucedido, que paraliza a tanta gente frente a sus traumas, sobre todo, a muchas de las comunidades en nuestra región, afectadas por siglos de múltiple violencia.
Ese silencio, según ella, fue lo que dificultó y ha dificultado la sanación de muchos en Nicaragua y, tal vez, sea uno de los obstáculos en que enfrenten las personas en el posconflicto colombiano.
LOS DUELOS DE LA GUERRA
Martha inició su trabajo como psicóloga intentando entender las secuelas dejadas por la guerra en su país y llegó a la conclusión de que los duelos eran múltiples pero no tenían el mismo origen.
“En Nicaragua los duelos tienen que ver con el abuso sexual, pues comprobamos que 7 de cada 10 nicaragüenses lo sufrieron. También, las ausencias de los padres, los desplazamientos forzados, las desapariciones, masacres y otros que afectan la salud mental y física de las comunidades, pero frente a los cuales hoy existen formas de ayudar a enfrentarlos”.
La psicóloga nicaragüense utiliza las constelaciones familiares, una técnica terapéutica creada por el filósofo, teólogo y pedagogo alemán Bert Hellinger, según la cual los miembros de una familia inciden recíprocamente entre sí en su salud y conducta y que ha dado muy buenos resultados entre los afectados por la guerra de Nicaragua, pese a la polémica que existe en torno a este método, que algunos no consideran científico.
“Cuando se escuchan las historias se hace evidente todo lo que quedó sin sanar, los ciclos que no se cerraron porque las personas carecieron, después de los traumas sufridos, de un acompañamiento para enfrentar los destrozos internos que padecieron con la guerra.
Por eso, entramos en las Constelaciones familiares para tratar de sanar las heridas en el núcleo familiar y comunitario. Para hacer los múltiples duelos no realizados y que afectan a todos de forma diferente. Es para sacar a flote la amargura que no las deja avanzar y los inhabilita mental y hasta físicamente y que, en muchos casos, ni siquiera se han hecho conscientes”.
En su opinión, las constelaciones generaron una revolución porque pusieron al descubierto la dinámica de un sistema familiar que permitió entender cómo padecieron la guerra los diversos miembros de una familia. “No es igual que nos pase a los 9 años, a los, 20, los 30 o los 60”, dice Martha.
EN COLOMBIA
Martha ha venido a nuestro país varias veces y ha trabajado con mujeres desplazadas, con excombatientes del M-19, con la Red de Mujeres del Caribe, en Cartagena, Valledupar, Montería, Cali y otras comunidades y regresará a Colombia de nuevo en noviembre.
“En este país hay gente muy valiosa y buena que ha hecho cosas muy importantes como el acompañamiento a los familiares de las víctimas de los desaparecidos. El desafío que tiene por delante es grande, pero no imposible, pues lo gratificante de la sanación es que ayuda individual y colectivamente a un país a caminar hacia adelante y a labrar un nuevo futuro”.
Opina que Colombia está en el camino de la sanación y “que debe hacerse de forma colectiva e integral, que tenga que ver con la realidad, política, económica, social y cultural. Aquí hay una riqueza humana que facilita ese desafío. Yo siento una gran receptividad y apertura frente al tema de la sanación y para lograr la paz, es preciso comenzar por uno mismo”.
Tal vez, además de esa disponibilidad también es importante que todos entendamos y reconozcamos lo que significa crear y construir en una sociedad de posconflicto porque la paz no es sólo la firma de unos papeles.
La paz es una actitud, es la opción de vida de una comunidad que desea, no pasar, sino arrancar de tajo y para siempre la página de la guerra de su historia.
Gloria Helena Rey
Especial para Portafolio