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27 sept 2019 - 11:14 a. m.

Lo que decidió contar el exministro de Hacienda Guillermo Perry

Portafolio.co reproduce esta entrevista de Ricardo Ávila a Guillermo Perry (Qepd), realizada a propósito del lanzamiento de su último libro.  

Guillermo Perry

Guillermo Perry hizo un recuento de su multifacética vida profesional y, de paso, recorrió la historia reciente de Colombia en su último libro.

Archivo particular

POR:
Portafolio

Todo comenzó con una entrevista con la periodista Isa López Giraldo. Pero esa conversación fue la primera de muchas, en las cuales Guillermo Perry hizo un recuento de su multifacética vida profesional y, de paso, recorrió la historia reciente de Colombia.

(Falleció el exministro de Hacienda Guillermo Perry). 

El resultado es un libro de medio millar de páginas que será lanzado en agosto y puede considerarse de lectura obligatoria para quien desee entender el país a través de la mirada de alguien que ha sido testigo y protagonista. Al respecto, el autor de 'Decidí contarlo' habló con este medio.

Dice Alejandro Gaviria en el prólogo de su libro que esta es, a su manera, una historia de la contribución de la tecnocracia en Colombia…

Tiene razón Alejandro. El libro comienza con el fortalecimiento de la tecnocracia bajo Carlos Lleras Restrepo y muestra sus contribuciones en sucesivos gobiernos.

Gaviria también señala que la historia que usted cuenta refleja la gran transformación del país en los últimos 50 años…

Ha sido impresionante el avance en el nivel de vida de la mayoría de los ciudadanos, en el aumento de cobertura de los servicios públicos, en el papel de la mujer y en el desarrollo de una conciencia menos provinciana. Esos logros se deben en buena parte a la labor callada de la tecnocracia. Gracias a ella, la economía colombiana tuvo el crecimiento más estable de la región en el pasado medio siglo y se avanzó en la modernización de diversas instituciones y políticas, aun en medio de la violencia, la corrupción y la mala política, como muestra el libro. Claro que nos falta mucho camino por andar.

Podría decirse que hay dos partes separadas en el libro. Una en la cual actuó como protagonista y otra, como testigo. ¿Qué ventajas tiene ser lo primero… o lo segundo?

Lo primero me dejó la inmensa satisfacción de contribuir al bienestar colectivo, a pesar de las decepciones e ingratitudes que caracterizan el servicio público. Y espero que facilite al lector entender cómo funciona el poder por dentro: el juego de intereses, los dilemas morales, el papel de las ideas y de los individuos comprometidos con su visión del país. Lo segundo probablemente me permite ofrecerle una interpretación más serena y objetiva de los hechos.

Pocos técnicos como usted se adentraron tanto en el mundo de la política. ¿Por qué lo hizo?

Fue accidental. Como cuenta el libro, me convirtió en figura pública el tener que defender la reforma tributaria de 1974, que dirigí, ante medios, gremios y partidos, a mitad de las columnas de Klim, que se burlaban del “chino Perry” día de por medio. Trabé entonces amistad con Ernesto Samper (Daniel ha sido uno de mis amigos más cercanos desde la niñez) porque fue el único dirigente gremial que defendió la reforma. Creí entonces, equivocadamente, que veíamos el mundo de manera similar, y por eso lo ayudé a construir el movimiento del Poder Popular, con Horacio Serpa, Álvaro Uribe y otros muchos. Esa tarea me llevó al Senado y a la Constituyente.

Quienes lo conocieron hace varias décadas dicen que usted fue un convencido militante de la izquierda. ¿Qué lo desilusionó y dónde se ubica ahora?

Militante no, simpatizante. ¡Del Moir y del maoísmo, hágame el favor! Me desilusionó de la izquierda el dogmatismo y su desprecio por la democracia y por los valores éticos, que consideran burgueses. Así como conocer de primera mano la Unión Soviética, la China maoísta y Cuba, y el desastre en el que terminaron. Me considero hoy de extremo centro. Me identifico con Sergio Fajardo, Antanas Mockus y liberales de verdad como Humberto de la Calle y los hermanos Galán.

¿Por qué omitió en el libro su paso por el Banco Mundial?

¡Porque ya sin eso tiene 500 páginas!

¿Haber comenzado su vida profesional con Lleras Restrepo fue definitivo para que le atrajera la vida pública?

Sí, Lleras demostró lo que puede contribuir la tecnocracia bajo un buen líder político. Hizo el gobierno más importante de la segunda mitad del siglo pasado. Como muestro en el libro, manejó magistralmente la economía y fue un gran creador de instituciones, muchas de las cuales aún perduran.

Es bastante duro con Misael Pastrana…

Le reconozco la creación del sistema Upac y el primer código de recursos naturales. Pero en los primeros meses de su gobierno me tocó conocer de cerca la fea cara del clientelismo, del manejo irresponsable de la economía y de la displicencia con lo técnico.

Usted perteneció al kínder de López y tuvo una relación muy cercana con él, pero se salió del gobierno…

Me salí al cumplir mi compromiso de administrar por dos años la reforma tributaria que dirigí. Me ofreció otros cargos, pero preferí volver a Fedesarrollo. López fue un pensador y estadista visionario. Sus reformas tributarias, petroleras y mineras cambiaron el país. Tuvimos una estrecha amistad e influyó mucho en mi vida como servidor público.

Aun así, duró una buena cantidad de años mirando los toros desde la barrera…

Seguí los gobiernos de Turbay y Betancur desde la academia y como columnista, aunque participé como miembro de las misiones sobre empleo y finanzas públicas descentralizadas, y, con José Antonio Ocampo, asesoré a Édgar Gutiérrez en la reforma tributaria de 1983.

Su ingreso al gabinete de Virgilio Barco resultó ser una sorpresa en ese momento… incluso para Barco. ¿Por qué describe ese período como ‘la madurez’?

Juanita León me hizo caer en cuenta de que este libro es la historia de una pasión por lo público. Por eso titulé unos capítulos como el enamoramiento, la pérdida de la inocencia, la reincidencia, la madurez y la decepción. En los gobiernos de Lleras y López era un joven audaz y soñador. Al entrar al de Barco era ya más maduro en lo personal, lo profesional y lo político. Creo que eso se notó en las ejecutorias del ministerio a mi cargo. Barco fue otro gran estadista y liberal a carta cabal. En el libro explico cómo pudo hacer un buen gobierno, a pesar de su enfermedad.

Y cuenta que fue declarado como objetivo militar por el Eln. ¿Cómo se le midió a eso?

Ese fue el período de mayor violencia del narcotráfico. Vi caer bajo sus balas asesinas a amigos cercanos como Enrique Low y Luis Carlos Galán, otros por quienes tenía una gran admiración como Guillermo Cano y candidatos de izquierda, como Pizarro y Jaramillo Ossa. A mí me tocó sufrir al Eln: el inicio de los bombardeos a los oleoductos, y ser declarado como su objetivo militar por defender el patrimonio de la nación de sus ataques insensatos. Varias veces tuvimos que dormir fuera de casa. Nos tocó un país violento, y muchos decidimos correr los riesgos.

Le dedica un buen número de páginas a su experiencia en la Asamblea Constituyente. Queda cierto sabor agridulce al leerlas…

No debería. Muestro que el Estado social de derecho que construimos en la Asamblea representó un avance monumental en materia de derechos ciudadanos y mecanismos de protección como la tutela y las acciones populares; que hizo nuestra democracia más participativa, que descentralizó un Estado que era demasiado centralista y que contribuyó mucho a modernizar el manejo de la economía y los servicios públicos. Pero también reconozco que hubo algunos excesos y errores.

Nunca fue cercano a César Gaviria, ¿por qué?

Admiro la audacia reformista de su gobierno, aunque, como muestro, lo hizo con tanta improvisación y arrogancia que desprestigió la ‘apertura’. Pero me parecía demasiado neoliberal –luego cambió– y excesivamente pragmático.

La descripción de su paso por el gobierno de Ernesto Samper deja una clara sensación de engaño y frustración. ¿Es válida la apreciación?

Decepción es la palabra correcta. Explico por qué el programa socialdemócrata que diseñamos era el que más convenía al país y cómo había un equipo muy capaz y motivado implementándolo con éxito. Pero Samper le hizo un enorme daño a esas ideas y a Colombia al no asumir su responsabilidad política por el ingreso de dineros del narcotráfico a su campaña y quedándose a cualquier costo. Por eso renuncié al Ministerio de Hacienda y decidí abandonar la política.

El penúltimo capítulo lleva como título ‘La tragicomedia económica’. ¿Por qué?

La comedia fue la fiesta que Uribe y Santos armaron con los recursos de la bonanza de cotizaciones de los bienes primarios. La tragedia, el duro ajuste económico y fiscal que, por esa razón, tuvimos que hacer cuando cayeron los precios del petróleo, y que aún no termina.

El último capítulo, ‘¿Cincuenta años de guerra o cien años de soledad?’, lo muestra como vehemente defensor de la paz. ¿Cuál es su apreciación de lo que está ocurriendo?

Luces y sombras. Allí muestro el gran avance que hubo desde la farsa ingenua del Caguán bajo Pastrana, hasta la bien planeada negociación con las Farc de Santos, pasando por los éxitos de la seguridad democrática de Uribe y sus excesos, sin lo cual esto no hubiera sido posible. Y cómo el acuerdo pudo ser mejor si Uribe y Santos no se hubieran empeñado en una polarización absurda que aumentó el poder de negociación de las Farc, y si Santos no hubiera supeditado la negociación a los afanes de su agenda internacional. Aun así, la mayoría de los ex guerrilleros de las Farc se desmovilizaron y entregaron las armas, y eso es lo más importante. Es cierto que ha habido incumplimientos de parte y parte, pero lo más grave fue no haber hecho presencia inmediata del Estado en las zonas que antes estaban bajo control de las Farc.

Las encuestas muestran que los colombianos son mayoritariamente pesimistas. A la luz de este trayecto de medio siglo, ¿se suma a ese grupo?

No, mientras haya colombianos competentes e íntegros que sigan contribuyendo a lo público.

¿Comparte usted la opinión de que la política se ha deteriorado en Colombia?

Sí, aun cuando hay luces de esperanza. Resulta clave hacer la reforma política a la que nos comprometimos en el acuerdo de paz.

Hay un resurgimiento del populismo en muchas naciones. ¿Nos contagiamos?

Petro y Uribe compiten en quién hace propuestas más populistas, desde orillas opuestas. Con ello le hacen mucho daño al país.

LA IDEA DE ESTE LIBRO NO ES HACER AMIGOS

Dice que como columnista ha perdido amigos. ¿Va a perder algunos más con este libro?

Es posible, porque la mayoría de los líderes políticos no toleran crítica alguna. Pero el propósito del libro no es hacer amigos, sino entusiasmar a los jóvenes profesionales y académicos a contribuir a lo público, mostrándoles que vale la pena porque la fuerza de las ideas puede mucho, aun en medio de la mala política, la corrupción y la violencia.

Ricardo Ávila Pinto

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