Un día, mientras conversaba con un amigo en una exposición de arte en Alemania, en donde está radicada desde hace nueve años, la escritora bogotana María Castilla (1975) encontró uno de los elementos con los que la protagonista de su primera novela, Como los perros, felices sin motivo , intenta olvidar a su amor más reciente.
El contertulio le contó a la escritora que acababa de llegar de la India, en donde, en uno de sus recorridos por el país, lo detuvieron en un retén y le pidieron hasta la partida de defunción. “Y a mí me pareció fantástico eso de portar la partida de defunción con uno –anota María–. Yo tengo, en mi estudio, como 15 partidas de defunción, bastante irónicas, que me escribí a mí. Y luego, cuando estaba escribiendo el libro, llega esta mujer y entre sus estrategias para olvidar decide escribirle partidas de defunción al amor.
Quiere obligar al amor, por decisión, a morir, pero todas las estrategias que utiliza (amantes, viajes o partidas de defunción) tienen poco resultado”. El desamor, precisamente, es uno de los sentimientos más fuertes que sufre Sofía, la protagonista del libro, en su proceso para olvidar a Eduardo, su ex novio. “Creo que el dolor del desamor es muy profundo, es un dolor que conecta con un dolor más existencial, con un dolor que viene del miedo al abandono o al rechazo y todo lo que eso significa”.
Este sentimiento, al que se une una reflexión sobre la memoria y el paso del tiempo, le permitió a la autora imaginar la estructura de la novela, a la que llegó en un intento desesperado por reencontrar, otra vez, la manera de relatar una historia. En un momento dado, mientras aprendía el alemán, María sintió un pánico terrible de olvidar su lengua materna. “Entonces comencé a escribir esta narración en segunda persona, para recordar como cuando uno le cuenta a alguien algo. Era un desafío porque la segunda voz está muy cerca a ti y corres el peligro de caer en algo demasiado emocional. Tal vez por eso escribí la novela por partes”. El eje narrativo del libro es una gran carta que Sofía le escribe a Eduardo (que jamás será enviada) y luego el proceso de introspección durante el duelo.
Un amor sin motivos
María Castilla explica que el título se le ocurrió un día en que paseaba con una amiga y se encontraron a alguien que siempre anda feliz. Entonces María le comentó a ella: “él es como los perros, feliz sin motivo”.