A los 46 años, Philip Seymour Hoffman ya parecía haber alcanzado la madurez artística que a algunos actores les llegaba mucho después, o incluso muchos ni siquiera la lograban en toda una vida en el oficio, cuando la muerte repentinamente se lo llevó el domingo pasado.
Esta fue la razón por la cual el crítico de cine A. O. Scott, de The New York Times, escribió en el obituario del actor “No solo perdimos un buen actor. Pudimos haber perdido el mejor que teníamos. Tenía solo 46 años, y su muerte, aparentemente de una sobredosis de droga, corto una carrera que ya era monumental”.
El crítico de cine y economista colombiano Mauricio Reina, opina que lo que hizo grande a Hoffman fue que actuaba desde adentro porque tenía un gran universo interior y se metía de lleno en los personajes para poder hacer una caracterización.
“Con él, uno veía que en cualquier papel había mucho más de lo que estaba viendo”, agrega Reina.
Lo especial de Hoffman fue que siempre escogía cuidadosamente sus papeles, pero todos perfectamente trabajados con talento, disciplina, sin miedos, y con profundas cargas emocionales.
“A él no le interesó si nos gustaban esos tristes especímenes.
El punto era hacernos creer en ellos, una verdad acerca de nosotros mismos que de otra forma hubiéramos preferido evitar”, afirma Scott en su nota. “Tenía la rara habilidad de iluminar las variedades de la fealdad humana. Y nadie lo hizo de manera tan bella”.
Al respecto, Reina añade que el mundo interior de Hoffman era un universo muy turbulento, que lo demuestran las circunstancias de su muerte.
Ese mundo interior no era agradable ni dulce, era un volcán a punto de estallar, “esa misma sensación era la que producía al final de su carrera Marlon Brandon. Cuando uno lo veía en ciertas caracterizaciones se le podía disparar el gatillo interior”.
Esto fue posible con Seymour Hoffman, según Reina, porque recogió la misma escuela del cine clásico nuevoyorkino de Al Pacino, Robert De Niro y Dustin Hoffman, en la cual comparten una misma manera de construir personajes.
El desarrollo interior de los personajes era la esencia de la actuación y por ello crearon y marcaron una época en el cine.
Reina afirma que hay muy pocos actores con estas habilidades en la actualidad, pero de la misma forma trabajan Joaquin Phoenix y Matthew McConaughey.
La pérdida emocional, estética y artística para el cine mundial es irreparable. “El camino escogido por Hoffman fue sobretodo producto de su incansable inteligencia y su perseverancia, que lo llevaron a un estado más allá y más profundo que la mayoría de sus colegas ni siquiera podrán aventurarse llegar”, escribió Scott.
DIEZ PAPELES CLAVES
- Lancaster Dodd en ‘The Master’.
- Truman Capote en ‘Capote’.
- Scotty J, en ‘Boogie Nights’.
- Allen en ‘Happiness’.
- Freddie Miles en ‘The Talented Mr Ripley’.
- Brandt en ‘The Big Lebowski’.
- Andy Hanson en ‘Before the Devil Knows You're Dead’.
- Brendan Flynn en ‘The Doubt’
- Gust Avrakotos en ‘Charlie Wilson’s War’
- Lester Bangs en ‘Almost Famous’.
pedvar@portafolio.co