En asuntos de política sexual, lo único peor que una guerra es una falsa paz. Con el conflicto de géneros estallando en diversos lugares como una exhibición de fuegos artificiales, en los albores del 2018 tal vez deberíamos darle la bienvenida al cese de las acomodaciones. El afortunado efecto secundario de los fuegos artificiales es la iluminación.
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No se trata tan solo del caso de Harvey Weinstein y su estrepitosa caída. También tiene que ver con la forma en la que el reequilibrio de los géneros ha comenzado a aparecer en las pantallas de cine. Estamos en el siglo XXI. Es hora de reconocer la secuela de la supremacía masculina en el séptimo arte, que las mujeres están demandando una voz, una identidad y un papel, en la vida y en el arte.
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Los personajes femeninos han sido prominentes y dominantes en más películas de las que yo recuerde en un solo año. (Y que conste que he sido un espectador de cine pagado durante 45 años). El 2017 no fue solo el año de la ‘Mujer Maravilla’, un poderoso feminismo expresado en un guión que cruza los cielos de las películas de historietas. Ni de otras películas que incluyeron la palabra ‘mujer’ en sus títulos: ‘Mujeres del siglo XX’, ‘Ciertas mujeres’ o ‘Elle’, criticando tanto la agresión sexual masculina como las respuestas cliché de la corrección política y del liberalismo ‘progresivo’.
Las mujeres, como protagonistas y agonistas estaban por doquier. Las audiencias vivieron desde longevas y delicadas fábulas (‘Personal shopper’, ‘Historia de una pasión’, ‘A ghost story’) hasta actuaciones de hermandad con un sentido de apoyo a las mujeres (‘In between’, ‘Girls trip’); desde cuentos de mujeres armadas, listas para el apocalipsis de la guerra de los géneros (‘La seducción’, ‘Elle’) hasta comedias de campañas ambientadas en la arena deportiva (‘La batalla de los sexos’).
¿Qué está sucediendo? La respuesta corta es la siguiente: el feminismo. La respuesta más larga: está aconteciendo con una errática pero emocionante evolución, dinamizada por la psicología sociológica, consciente o inconsciente, de un momento de la historia en el que dos fenómenos se encuentran: que las mujeres ya llegaron al límite y que los hombres están empezando a entrar en razón.
Las mujeres han encontrado una voz delante de la cámara y, con creciente fuerza, detrás de ella. Las directoras extendieron su alcance de las polémicas epopeyas populares (Patty Jenkins y ‘Mujer maravilla’) a los poderosos poemas independientes.
‘The fits’, de Anna Rose Holmer, una maravilla miniaturista acerca de unas chicas afectadas por una misteriosa epilepsia en una clase de baile escolar fue el éxito inesperado de bajo presupuesto del año en el cine independiente estadounidense. En otros ámbitos: Sofia Coppola, Kelly Reichardt, Maren Ade (del éxito artístico ‘Toni Erdmann’) y otras más estaban presentes y, cuando era necesario, incorrectas. Ellas derrocaron la tradición con sus obras que eran variadas en humor, estilo y género.
A esto hay que agregarle la película ‘Detroit’, de Kathryn Bigelow, un golpe aún más subversivo y significativo a la creación patriarcal de películas.
En frente de la cámara, la selección fue fabulosa. El 2017 fue un año de gracia, de desgracia (a propósito) y de conflicto de género. Las actrices famosas cruzaron las líneas rojas en materia de corrección política y de modales amatorios. La heroína de Isabelle Huppert en ‘Elle’ se hizo cómplice, o aparentemente cómplice, de su propio violador. Sônia Braga en ‘Doña Clara’ ordenó un ‘chico de alquiler’, la respuesta de una envejecida mujer de mundo ante una ruidosa orgía en el apartamento contiguo. Jessica Chastain (la figura de la madre santa en ‘El árbol de la vida’) desempeñó el papel de arribistas tigresas en ‘El caso Sloane’ y en ‘Molly’s game’. Kristen Stewart (‘Crepúsculo’) interpretó a una perturbada acosadora/acosada transgresora en ‘Personal shopper’.
Incluso las heroínas de las películas biográficas obtuvieron la libertad del espíritu de la época. Annette Bening, en el papel de Gloria Grahame en ‘Film stars don’t die in Liverpool’, revirtió los ritos de los filmes tradicionales de romance de hombres mayores con mujeres jóvenes al acostarse con Jamie Bell. Natalie Portman en ‘Jackie’ exploró los espacios interiores, inquietantemente oscuros, de Jackie Kennedy. Y Rebecca Hall tuvo un electrizante doble de actuaciones, interpretando a mujeres de la vida real en el papel principal de ‘Christine’, la historia de una locutora que hizo público su suicidio en la tv, y en el papel de Elizabeth Marston en ‘Profesor Marston y la Mujer Maravilla’.
También hay que mencionar que hubo documentales sobre mujeres –famosas o no tan famosas– en sus títulos: ‘Jane’, ‘Dina’, ‘Whitney’, ‘Dolores’, ‘Grace Jones’.
El ascenso de las mujeres en la balanza de la prominencia cinematográfica puede haber presenciado la caída de los hombres, en pequeña escala y por defecto, pero también ha representado un beneficio. Cuando al retrato masculino en la pantalla se le permite escapar al mandato cansador, y que a veces trivializa, del heroísmo de acción o del protagonismo como motor principal en las tramas populistas, nuevos matices y texturas se vuelven repentinamente disponibles.
A los hombres se les ha liberado para que desempeñen el papel de interesantes perdedores, de tontos tragicómicos, de trágicas víctimas, de hombres comunes a la deriva en el tumulto de un universo de revolución de géneros. Un sinnúmero de roles masculinos en el 2017 –o muchos más de lo usual fueron ambiguos, burlones, andróginos, polimorfos. Estaba el conmovedor y jocoso padre (Peter Simonischek) de la heroína principal en ‘Toni Erdmann’ de Maren Ade, tratando de convertir el victimismo en victoria en la eterna lucha de la paternidad. También tuvimos a Colin Farrell en ‘La seducción’ y a Daniel Kaluuya en ‘Huye’, carne masculina para devorar o para reconstruir hembras. Y en ‘Luz de luna’, ‘Tierra de Dios’ y ‘Call me by your name –tres sobresalientes dramas homosexuales– la caracterización masculina fue suavizada por tenues tonalidades sexuales y matices de género que se burlaron de las leyes binarias de la diferencia entre hombres y mujeres.