En el mundo contemporáneo cuando hablamos del sector artístico y cultural se hacen con frecuencia generalizaciones que no tienen en cuenta su complejidad y la necesidad de diferenciar las formas de gestión que los muy numerosos y diferentes agentes requieren.
Esto ocasiona que se generen preconceptos y juicios previos que impiden una visión adecuada del mismo. En este momento, donde la pandemia tiene una manifiesta e importante presencia, es importante conocer estas complejidades ya que de forma frecuente se afirma que el sector artístico es el más afectado y que está al borde de la desaparición.
Esta alarmante generalización causa diferentes acciones que deben ser sustentadas por un conocimiento adecuado de la “realidad”. De lo contrario, se puede caer en un conjunto de reacciones equivocadas y desalentadoras para la diversidad de personas que hacen parte de este importante sector de la sociedad. Un primer paso en este aspecto es entender qué es el sector artístico y cultural.
Existen variadas denominaciones para su definición, por un lado, se habla de industrias culturales, creativas, o del entretenimiento como si fueran conceptos homogéneos. Este primer aspecto ha sido objeto de reflexión de la denominada Economía Cultural, en la cual numerosos académicos han tratado de definirlas. David Throsby (2008), ha propuesto un interesante esquema que permite hacer una clara diferencia en cuatro tipos de industrias que integran el sector: Artes creativas, Industrias Creativas en un sentido más amplio, Industrias Culturales y una última categoría denominada Industrias Relacionadas. Esta clasificación, seguramente incompleta y discutible, simplemente lo que busca mostrar es la diversidad de organizaciones que conforman el sector y la diversidad de lógicas en las que se mueven.
Por eso, al calificar que el sector está en crisis es una inexactitud ya que el impacto que en ellas genera es muy diverso; incluso, para algunas la circunstancia actual puede ser una buena oportunidad de desarrollo. Adicionalmente, es necesario recordar que en su gran mayoría el desarrollo de las denominadas industrias culturales o creativas han sido realizadas por técnicos, ingenieros y no por artistas. Desde la invención del cine y de los aparatos relacionados con el audio han sido los ingenieros quienes diseñaron estas tecnologías y han sido los artistas y creadores quienes han aprovechado estas innovaciones para desarrollar y establecer sus diversos géneros artísticos. Esta circunstancia actualmente se mantiene, a través de las nuevas tecnologías de la comunicación y de la información, que han impactado notablemente el sector artístico en sus etapas de diseño, producción y distribución.
Es así como a partir de la explosión de estas nuevas tecnologías los creadores artísticos han desarrollado nuevos productos y servicios artísticos y culturales generando nuevas sensibilidades y nuevos públicos, complementando y enriqueciendo las manifestaciones artísticas tradicionales. De esta forma se debe enfrentar la actual situación teniendo en cuenta además que, de acuerdo a lo que se está viviendo no será posible volver a la antigua normalidad, sobre todo, en el caso de los eventos culturales en los cuales el afán por crear públicos y lograr su presencialidad como garantía de éxito artístico se ha vuelto un objetivo equivocado (generando un comportamiento paradójico en la planeación de los eventos culturales multitudinarios).
Un último e importante mensaje es tener claro que los modos de gestión de estas organizaciones tienen que modificarse. Mirar el sector bajo una visión de subsidio y dependencia económica del estado debe modificarse pues genera relaciones de poder que fragilizan notablemente estas organizaciones. Es necesario promover modelos de gestión donde una fuente de financiación es el estado. Sin embargo, existen numerosas otras estrategias de financiación y sostenibilidad de estas organizaciones. Quienes consideramos que el arte y la cultura son productos y servicios indispensables en la sociedad contemporánea, creemos que se deben reflejar en la gestión de estas organizaciones. Como política de gestión se debe considerar como un intercambio de beneficios para la sociedad, en los cuales los productos y servicios proporcionados por el sector cultural y su diversidad de organizaciones deben ser una de las fuentes de los recursos necesarios para su sostenibilidad y crecimiento. El papel que en estos momentos de aislamiento han jugado los productos y servicios artísticos y culturales, en sus novedosas formas de consumo, han sido fundamentales para la estabilidad anímica de la sociedad.
Por: Jaime Ruiz Gutiérrez, profesor asociado de la Facultad de Administración de la Universidad de los Andes.