Por generaciones sus versos se repiten, memorizan y ejercen: “No dejes que termine el día sin haber crecido un poco/ sin haber sido feliz, sin haber aumentado tus sueños/ No te dejes vencer por el desaliento…”, dice Whitman en “No te detengas”.
“No permitas que nadie te quite el derecho a expresarte/ que es casi un deber. /No abandones las ansias de hacer de tu vida algo extraordinario./… No caigas en el peor de los errores: / el silencio/… No te resignes. /Huye/… en ti está el futuro/ y encara la tarea con orgullo y sin miedo…/ la sociedad de hoy somos nosotros: los poetas vivos”, afirma.
Y poetas como él siguen muy vivos, sin duda, aunque hayan muerto y acaben de cumplir 200 años de existencia.
Nacido en Westhills, Long Island, Estados Unidos, en una granja cerca al mar, el 31 de mayo de 1819, el periodista, poeta y ensayista Whitman marcó a generaciones de escritores, de grandes poetas y de premios Nobel de todo el mundo como Borges, León Felipe, Neruda, Rubén Darío, Fernando Pessoa, S.T Eliot y muchos otros y sigue marcando hoy a juglares como al poeta colombiano Manuel Pachón.
“Fue importante en mi formación como poeta pues en él descubrí la poesía como canto, canto del humano con los pies bien plantados en la tierra y el corazón mirando a las estrellas. Sus poemas vigorosos y limpios llenaron mi alma de energía y su alta voz fue parte del despertar de poeta que habita en mí”, dice Pachón a Portafolio.
La gran influencia de Whitman en la literatura hispanoamericana es un fantasma que se siente pero que no se ve, aunque hay tres momentos claves que menciona Fernando Alegría en el número 16 de la Revista Iberoamericana de 1944.
El primero, durante el periodo modernista cuando el nombre de Whitman es introducido en Hispanoamérica; el famoso artículo de José Martí sobre su visita a Nueva York con motivo de la muerte de Lincoln en 1886; cuando nicaragüense Rubén Darío le dedica un soneto, que aparece en la Revista Azul, publicada en México y portavoz del movimiento modernista en América Latina (1894-1896) y, cuando el mexicano Amado Nervo traduce algunos de sus poemas al español.
Los otros dos momentos que menciona Alegría son el vanguardismo de postguerra, que resultó de la revolución literaria francesa y la guerra civil española, que exilió a muchos en México, Chile, Perú y otros países y en cuyos versos empieza a aparecer el poeta yanqui.
Y es que Whitman le “canta a la vida, a la persona, como máximo exponente de la democracia, sin importarle el sexo, raza o status social; canta a todo lo natural fiel reflejo de su Yo personal”, sostiene José M del Águila Gómez, de la Universidad de Lovaina, en un texto sobre la influencia del norteamericano en la obra del poeta español León Felipe (1884-1968)
Whitman es, sin duda, vigoroso y retador: “Disfruta del pánico que te provoca/ tener la vida por delante. / Vívela intensamente, /sin mediocridad. /… No permitas que la vida te pase a ti sin que la vivas…”, recomienda en “No te detengas” .
En Colombia, El Festival internacional de poesía de Medellín no sólo celebrará sus 200 años de existencia, con la participación de 80 poetas de 35 países, entre el 29 de junio y el 6 de julio próximos, sino que ya inició la celebración reproduciendo en su página web algunos de sus poemas, como el que mencionamos.
También divulga otros como “Una hoja de hierba”, “Una araña paciente y silenciosa”, “!Oh yo, vida!”, “Me celebro y me canto a mí mismo”, “Con estrépitos de música vengo”, “En las sendas no caminadas” y el famoso “¡Oh, capitán!, ¡mi capitán!”. Whitman dedicó ese último poema al asesinado ex presidente norteamericano Abraham Lincoln (1809-1865) y también vimos citarlo al fallecido actor Robin Williams (1951-2014) en la famosa película “La sociedad de los poetas muertos”, que recibió una docena de premios, entre ellos un Oscar en 1990.
LA UNIVERSALIDAD DE SU INFLUENCIA
Aunque Whitman sólo aprendió a leer a los 13 años, su importancia en la literatura universal es indiscutible por múltiples razones.
No solo porque “se reveló como el primer gran poeta genuinamente norteamericano, que supo romper con la tradición europea para transformarse en el padre de la poesía moderna”, según del Águila Gómez sino también porque influyó sobre generaciones enteras de poetas y escritores.
Pachón recuerda, por ejemplo, que “Neruda desde Chile, respondió con acento latinoamericano al llamado humanista de Whitman y lo reconoció como maestro e interlocutor lírico. Su influencia en él es definitiva”.
El famoso escritor y filósofo norteamericano Ralph Waldo Emerson consideró en una oportunidad que Whitman tuvo “una relación original con el universo”. El poeta no sólo se lanzó en la mitad de su vida al corazón de nuevos mundos y segundas oportunidades sino que descendió y emergió del fondo de sí mismo con la experiencia subliminar de sus compatriotas y con “los pensamientos de todos los hombres, épocas y países”, según la historia de la literatura norteamericana. Pero, Whitman no siempre fue el gran orgullo del pueblo norteamericano. Cuando publicó por su cuenta y con su esfuerzo “Hojas de hierba” en 1855 el libro pasó desapercibido, no se vendía y tuvo que bajarle el precio, primero, de 2 a 1 dólar y, después, a 50 centavos pues la crítica fue feroz y algunos lo calificaron de obsceno. Lo salvó el campanazo de alabanza de Emerson.
“No me ciego ante el valor del maravilloso regalo que es Hojas de Hierba. Creo que es una de las piezas más extraordinarias de humor y sabiduría… Me deleita. Encuentro cosas incomparables dichas incomparablemente bien…Te felicito… Me froté los ojos para asegurarme que este rayo de sol no fuera una ilusión; pero el sólido sentido de este libro me dio sobrada certeza”, le escribió en una carta a Whitman.
Pero, ¿Qué hizo al poeta eterno? “Sigue vivo porque su mirada sobre el mundo, su amor por la naturaleza y su apuesta por el ser humano no solo están vigentes sino que cobran cada día más urgencia si queremos que la especie humana, los animales y el planeta pervivan”, responde el poeta Pachón.
Y afirma en su poema “A Walt Whitman” : “…Sus poemas no caben en ninguna parte; ni casa, palacio o rascacielos/ retendrían esos ríos de aire, / población de mariposas / y caída de hojas /…Sólo un cuerpo humano/ junto a otro desnudo / puede ser tan inmenso. / Sólo con la distancia/ entre el beso y el hielo/ podría compararle”.
Gloria Helena Rey