A 30 kilómetros de la capital, Tokio, y con más de 3,6 millones de habitantes, Yokohama es el principal puerto de entrada a Japón desde la apertura al mundo exterior de este país a finales del siglo XIX.
La ciudad alberga importantes compañías como Nissan Motor y 200 filiales de empresas extranjeras, además de acoger culturas tan diversas como la china y la latinoamericana, esta última llegada hace tres décadas de la mano de los obreros inmigrantes.
Con sus primeros orígenes en el siglo XI, en una zona tradicionalmente dedicada a la pesca, gran parte del territorio de Yokohama estuvo durante siglos bajo control de los señores feudales (shogunes), hasta la apertura de su puerto al mundo en 1859, tras la llegada a mediados del siglo XIX de los ‘Barcos Negros’ del comodoro estadounidense Matthew Perry.
A pesar de su progresiva apertura al mundo occidental, con un puerto por el que pasaron en el 2008 unas exportaciones valoradas en unos 100 mil millones de euros, Yokohama tiene un aire más tranquilo que su vecina Tokio. Aunque el terremoto y el tsunami del 11 de marzo sacudieron los cimientos económicos de esta ciudad, en los meses siguientes al desastre ha ido recuperado cierta calma a medida que las empresas retornaban, poco a poco, a su ritmo habitual.
Uno de los puntos más conocidos de Yokohama es la terminal marítima en Osanbashi, diseñada por el arquitecto español Alejandro Zaera y el iraní Farshid Moussavi.
El embarcadero, reconstruido entre 1988 y el 2002, consta de una gigantesca rampa de madera y acero, que se asemeja a la cubierta de un barco y se levanta en formas onduladas como olas que penetran en la bahía.
Desde el “muelle sin retorno”, tal y como lo definió alguna vez el arquitecto español, se agitan pañuelos y se derraman lágrimas para despedir o recibir a seres queridos, como los hibakushas o supervivientes de las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki, que a bordo del Barco de la Paz salen cada año de Yokohama para recorrer el mundo, con su mensaje contrario a las armas nucleares.
Este año su viaje cobra un significado añadido a causa de la crisis nuclear en la central de Fukushima, que ha abierto el debate sobre el uso de la energía atómica.
El remozado embarcadero de Osanbashi y el paseo alrededor del puerto de Yokohama se han convertido en un espacio de encuentro y meditación de sus visitantes y residentes.
En la zona también abundan las tiendas de antigüedades con motivos marinos de siglos pasados, que ayudan a visualizar la atmósfera recreada en La vuelta al mundo en 80 días, cuando Phileas Fogg llegó a bordo del barco General Grant a Yokohama, tras haber recorrido “exactamente la mitad del globo terrestre”.
EL BARRIO CHINO Y SU OFERTA GASTRONÓMICA
El Barrio Chino, con sus más de tres mil habitantes y medio millar de negocios –de ellos casi la mitad restaurantes–, se ha convertido en el alma de la comunidad china de Yokohama.
Este ‘Chinatown’ está flanqueado por diez puertas levantadas según el Feng shui para atraer prosperidad, felicidad y paz, y tiene como epicentro espiritual el templo de Kanteibyo, construido en 1873 en honor a Kanwu, dios del comercio.
Lo que más atrae del Barrio Chino de Yokohama, tanto a turistas como a residentes, es la innumerable oferta de platos a base de aleta de tiburón, cerdo y pato asados, empanadillas rellenas, tallarines salteados de verduras y otras exquisiteces de las cocinas de Shanghái, Sichuán, cantonesa y de Taiwán.