El concepto marxista de la plusvalía, como trabajo excedente que se le quita al trabajador y se lo apropia el “capital salvaje” expresado en máquinas, está mandado a recoger hace mucho rato. La mejor expresión en este sentido es revisar el listado de los hombres más ricos del mundo para comprobar que seis de los diez primeros nada tienen que ver con petróleo, bancos o carros, muy distinto a 20 o 30 años atrás. Basta con ir a la zona de Detroit en Estados Unidos para ver la decadencia absoluta de la tradicional industria automotriz, a la que todos le rendían tributo hace un tiempo y había una férrea división entre el capital y el trabajo, como lo expuso Marx en El Capital.
Hoy la riqueza está ligada al conocimiento y al talento humanos y no a los equipos porque así las empresas tengan una sede fiscal, son propiedad del mundo. Amazon, Microsoft, Facebook, Oracle y Alphabet son compañías globales que operan en la tierra no en una geografía específica que por una capacidad intelectual y trabajo de sus dueños, Bezos, Gates o Page entre otros, han logrado montarlas y hacerlas muy rentables.
Ese concepto moderno de riqueza y trabajo no tiene nada que ver con la idea del viejo y arcaico comunismo que todavía se pregona en nuestros países y que solo perpetúa la pobreza e inequidad. Y que fundamenta la idea de destrucción y daño de los líderes del paro y predica Fecode a los niños, creyendo que con destruir los bienes públicos y privados se le hace daño a ese establecimiento de los ricos explotadores. Están muy equivocados, pues los bienes de las empresas generan el sustento no solo de sus propietarios sino de los trabajadores talentosos que un día podrán emprender y generar más riqueza para que nuestro país progrese y haya mayor bienestar.
La izquierda y otros sectores que dicen representar a los más necesitados se han vuelto muy perezosos y con una visión falsa y zángana. Falsa porque sus sindicatos no representan a quienes trabajan y generan valor y zángana porque todo su discurso se centra en la distribución de lo que hay y no tienen una narrativa progresista que explique de dónde surge la riqueza y cómo acrecentarla. Creen que destruyendo y acabando el patrimonio de todos, esperan que los restos sustente el futuro. Eso es irracional y malvado.
La información empresarial y de las personas está ahí, gracias a internet. Hoy no se puede ocultar nada y eso está bien. Y se puede estar de acuerdo o no con lo que hacen las empresas y sus directivos en una actividad cualquiera. Pero lo que no puede hacer carrera moral es que lo conseguido por las personas con su trabajo y esfuerzo los convierte en malvados capitalistas y se debe destruir.
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El atentado al Presidente de Colombia no es solo una agresión contra su persona y el Gobierno, sino contra todos los colombianos, porque sencillamente lo elegimos limpia y democráticamente. Y es legítima defensa impedir que nuestro país sea destruido pues es mucho lo que nos ha costado alcanzar lo que tenemos.
MARIO HERNÁNDEZ
Emprendedor exportador